sábado, 20 de mayo de 2023

A Z U L




LA LLAMADA


Sonó el teléfono, es raro que suene mi teléfono fijo si no es para recibir una oferta de un pesado con acento sudamericano que quiere venderme la luna a un precio increíble.

Al descolgar apenas tengo opción de hablar, enseguida van al grano ofreciéndome un nuevo contrato con la compañía telefónica de turno.

- ¿El señor Miguel Privado? Por favor...

- ¿De parte de quién? - Suelo responder pausadamente -

-Delacompañíatalytallellamabaparaofresserlelaúltimaofertayblablabla...


Cuando eso sucede suelo jugar un poco al humor absurdo o al juego del mayordomo.


-Llámame Mike, contesto amablemente...y sigo sin que pueda cortarme…

-Pues señorita, es que resulta que yo no tengo teléfono...

Entonces comienza un diálogo ilógico sobre el hecho de cómo poder hablar por teléfono sin tener teléfono. Otras veces me hago pasar por el mayordomo:

- Mi señor no está para esas cosas...y detesta que le molesten a estas horas.

Aun así siguen llamando constantemente.

Pero ésta vez no eran los de la publicidad telefónica, la voz que escuchaba era conocida, con la entonación de la familia.

-Soy tu primo Joshua...

- ¿Mi primo qué? Se me escapó un poco la risa.

-Sí, tu primo José Luís, el hijo de Llorens y Araceli...-Ahora todo el mundo me llama Joshua...

- ¿El hijo de mi tío Magnus?

-Sí, el mismo...

Hacía la tira de años que no hablaba con mi primo José Luís.

-Tengo algo para ti, me dijo…tras una corta pausa soltó- Una herencia...

- ¿Herencia? ¿Dinero? ¿De quién?...

-De mi padre, ya sabes que murió hace tres años, y no, no es pasta. Bueno, no sé exactamente qué contiene, pero es una caja bastante grande. Después del infernal papeleo con la herencia de mi padre al fin he podido heredar como dios manda tito.

-¿Y qué crees que hay en la caja? -pregunté curioso -

-No sé, está precintada por expresa voluntad de mi padre, ya sabes cómo era, la tienes que recoger en el depósito del notario.

-Tendrás que pedir el acta notarial, ah, no te olvides de llevar el D.N.I .Luego vas al depósito a recogerla, es bastante grande, llévate el coche...

- Vale, dije sin entonación.

-¿Estáis todos bien? , preguntó para quedar bien.

-Sí, razonablemente bien, contesté sin ganas de extenderme

-¿Me dirás lo que hay en la caja? añadió con voz melosa de gato antes de colgar.

-Depende de lo que sea, bromeé para darle un poco de misterio a la cosa

-No seas cabrón primo...

-Venga, ya hablamos... zanjé con ganas de despedirme.


La verdad es que nunca he soportado a mi primo, las pocas veces que hemos hablado siempre me ha producido nauseas.

Cero parecido a su madre Araceli, la única hermana de mi padre, una pianista que entregó toda su vida al ensayo diario, sin descanso, con la máxima dedicación y constancia que exige esa profesión. Aspiraba a ser concertista de las buenas, de ésas que llenan auditorios, pero como la mayoría de los pianistas, nunca logran triunfar en el mundo de la música, solo uno entre los miles de los que estudian logran ser concertistas reconocidos y el resto acaban siendo profesores de piano.... Pues eso, un montón de años sacrificada encima de las teclas y las partituras, ensayando para ser una figura reconocida del piano. No solo hay que ser bueno, además debes ser reconocido por los críticos, en su mayoría engreídos tocapelotas.

Yo no sería capaz de aguantar ni un concierto, me imagino rodeado de toda esa gente seria y entendida, con sus trajes y sus miradas demoledoras…escuchando en silencio casi sepulcral.

Mi tía era una mujer muy alta, por encima de la media de las chicas de su época, casi un metro noventa, rubia y muy blanca. Cuando se convenció de que su vida no iba a ser como soñaba comenzó a frecuentar los ambientes bohemios e intelectuales de Barcelona. Allí fue donde conoció al tío Magnus, que en realidad se llamaba Llorens -detestaba que lo llamaran por su verdadero nombre y no contestaba– mi tía Araceli era la única que lo llamaba así.


Mi tío Magnus era pintor, de los buenos, de esos de sobresaliente en las escuelas de bellas artes. Vaya, que sus retratos parecían fotos, según se decía.

Como suele suceder, fue evolucionando pasando por los diferentes estilos y se hizo Dadá...porque era lo más de la época, y él quería formar parte de la vanguardia.

Todas sus exposiciones fueron un estrepitoso fracaso. Su marchante le insistía que se dejara de tontadas y se dedicara al realismo, que así vendería todo lo que pintara.

Acuciado por las deudas montó una exposición de pintura hiperrealista en la famosa sala Parés: retratos de personas famosas y paisajes conocidos, solo para demostrar que sabía pintar.

Lo vendió todo, como era de esperar, y se habló mucho tiempo de esa exposición en los ambientes del ramo del pincel.

Con la pasta que pilló de esa exposición se compró un viejo caserón en la localidad del Vendrell, muy cerca del mar. Se esforzó para hacerla habitable y se quedó en el pueblo.

Mi tía Araceli fue un día a visitarlo y quedó fascinada por el sitio.

La parte de arriba era una gran vivienda que comunicaba con la planta baja y el patio por una escalera de balaustradas de cerámica de Talavera, la ocupaba mi tío, que había instalado allí su estudio desde donde se veían las palmeras y los árboles frutales del patio.

Parece que se enamoraron por alguna razón, sólo cuando se les acabó la pasta de la famosa exposición y mi tía se quedó embarazada (a resultas de la luna de miel con palmeras y playa), sufrieron de un ataque de realidad.

Ella se trajo el piano a la casa del Tancat – así se llamaba el sitio – y comenzó a dar clases de piano a los hijos de los ricos del pueblo.

En ese tiempo estaba de moda la música clásica en el Vendrell a causa de los éxitos de Pau Casals en todo el mundo; muchos se sentían importantes por tener un paisano tan famoso, y soñaban con que sus hijos lo emularan, una manera como otra de hacer política social en el pueblo.

Una de las primeras canciones que aprendían los niños en el cole era el célebre cant dels ocells, La venta de pianos se disparó en el pueblo y mi tía recibía una comisión por cada piano que se vendía, todos los ricos querían poseer esa nota de distinción en casa.


Salvadas las necesidades básicas, mi tío Magnus se dedicaba a pintar extraños cuadros Dadá, que nadie compraba, él ponía todo su entusiasmo e ideología anarquista en cada pincelada. Despotricaba sobre la pintura realista llamándola fotografía al óleo con todo el desprecio de su corazón.

Cuando hacía una exposición en alguna ciudad mediana o en un pueblo grande se mezclaba con los visitantes de incógnito para escuchar las críticas de primera mano.

-Eso lo pinta un niño de cuatro años...

-Menuda mamarrachada, este cuadro no tiene sentido, lástima de tela...

-Vaya una manera de desperdiciar pintura...

Después de cada exposición fracasada se encerraba en su estudio acompañado de una botella de ron barato mezclado con miel y canela. Luego, destrozaba sus cuadros a patadas, frustrado e incomprendido como buen artista bohemio.

Parafraseando a Duchamp: Nunca enseñes una obra de arte a un imbécil...

Mi tía Araceli siempre respetaba su espacio de creación, como ella lo llamaba.

Cuando se le pasaba la crisis, tío Magnus volvía a intentarlo una y otra vez.

Tomaba otra vez el carboncillo o un bote de tinta y pintaba sobre papeles de periódicos encolados para ahorrar materiales.

Mientras, mi primo el imbécil, crecía alimentado por los biberones de las clases de música.


MOSSEN GRIPAU


Parece ser, que cierto día – así me lo contaron – apareció por el estudio un mosén acompañado por el sacristán portando un gran cuadro en una vieja carretilla.

El cura, sabía de la existencia de mi tío Magnus por las habladurías de la gente. En una tertulia con el maestro, el boticario y el notario lo mencionaron por casualidad, de hecho, mi tío Magnus era el único artista del pueblo y eso siempre da que hablar en las tertulias aburridas.

El boticario decía que era un payaso con ínfulas de artista, pero el maestro y el notario que habían

oído hablar bien de él en Barcelona hablaron a su favor.

-Es muy buen pintor- dijo el notario- se nota cuando hablas con él-remató su comentario, deberías contratarlo.

El cura hizo caso al notario, que debido a su profesión había estudiado algo de arte, por el tema de las herencias de bienes muebles.

-Sabe pintar, tiene un estilo parecido a Modiglianni –dijo echando mano de sus recuerdos de libro

Pues bien... mossén Robert, apodado mossén “gripau” (sapo) debido a su inexistente cuello ocupado en su lugar por una enorme capa adiposa que le salía del torso, se presentó delante de mi tío y dijo con su soberbia voz de pito.


-Quisiera que me aconsejara sobre ese cuadro, dijo señalando la carretilla, en el pueblo todo el mundo sabe de su categoría artística.

Después de las innecesarias presentaciones, mosén “gripau” ayudado por el sacristán colocó el pesado cuadro sobre la mesa del estudio. Lo desenvolvió cuidadosamente como si se tratara de un regalo caro.

Ante los ojos de mi tío apareció una pintura (por supuesto de temática religiosa) representando al arcángel San Gabriel vestido de centurión romano blandiendo una espada flamígera contra una cohorte de ángeles caídos con cara de demonios.

Sin duda, representaba la rebelión de los ángeles que aspiraban a ser como Dios, capitaneados por el arcángel Lucifer.

-Ya sabe, cosas de la Biblia, el antiguo testamento...

-Tengo muy buenas referencias de usted y quería que me diera su opinión y-¡Ejem! - carraspeó -

Si fuera posible que lo evaluara. Ha estado toda la vida en la iglesia y está bastante deteriorado, ya sabe: el humo de las velas, la respiración de la gente, las humedades...

Antes de que el mosén le colocara el sermón, mi tío Magnus se apresuró a hacer un análisis visual de la obra.

-La verdad es que está hecho polvo – comentó Magnus -

- A eso iba, señor...

-Llámeme Magnus, todo el mundo me llama así...

-¿Se atrevería a restaurarlo?

- El presupuesto que me hizo un restaurador de Barcelona es demasiado caro, la Iglesia es pobre

Y no puede permitírselo, pero este cuadro tiene muchos devotos...

-Nunca he restaurado un cuadro -contestó mi tío –es un trabajo muy delicado y comprometidos.


-Bueno, yo se lo dejo en depósito y usted se lo piensa, tómese su tiempo, no hay prisa – sonrió el “gripau” --Confío en usted, es un lujo tener un artista de su categoría en el pueblo...


El rebelde tío Magnus aceptó cuan obediente pupilo, o tal vez funcionó el masaje de ego que le había hecho el mosén, no podemos obviar que los artistas se nutren del reconocimiento.

El caso es que el cuadro del ángel exterminador de ángeles rebeldes permaneció encima de la mesa del estudio tal cual lo había depositado el mosén “gripau” y su ayudante durante los siguientes días

A veces, mi tío Magnus lo miraba detenidamente sin saber por dónde comenzar la restauración.


EL MARCO


Una tarde de invierno que se aburría, le dio la vuelta al cuadro y extrajo la tela del marco, la madera estaba muy deteriorada, casi le temblaban las manos al hacerlo; colocó la tela sobre un bastidor en un caballete y se centró en el carcomido marco.

El abigarrado marco sufría de varios desconchones graves que le hicieron dudar de su reparación.

- Estilo Churrigueresco -musitó entre dientes-Jodido el día en que los barrocos se volvieron locos con los excesivos adornos...

Consultó varios libros sobre restauración de marcos y pudo comprobar que la madera estaba mezclada con escayola muy endurecida. Lo habían pintado y repintado con pan de oro.

Al desprender el lienzo del marco y, visto desde atrás, se percató al instante los agujerillos que delataban una abundante carcoma.

-¡Qué desastre! Exclamó para sí-Se me quedará en las manos si sigo tirando

No puedo volverme atrás, pensó, y continuó desmontando.

Le dio la vuelta al marco y comenzó a planificar la restauración del abigarrado marco.


Cuando mi tía Araceli notaba que Magnus estaba apasionado con algún proyecto, bajaba al estudio a traerle café y a darle besos en la oreja por detrás.

Procuraba que no le faltara una botella de ron aceptable en el armario.

A veces hacían el amor como adolescentes locos encima del sofá desvencijado, ella siempre decía que sí...

Mi tía le decía que era muy duro ser un pintor incomprendido, sabiendo pintar, dominando el oficio. Le contaba que sus clases de piano para niños pijos iban muy bien, que pagaban puntualmente sin problemas.

-No te preocupes por el dinero Llorenç– le decía – solo es dinero, yo también soy una concertista sin suerte

-Tú tocas como un ángel, le decía tío Magnus besando sus manos.


Magnus era bajito y moreno con el pelo rizado, formaban una extraña pareja, ella tan alta y rubia, en aquella época las mujeres altas e inteligentes no se estilaban, una mujer alta y con estudios no se comía un rosco a menos que fuera muy rica.

A tío Magnus le perdía su mujer, tenía un “nosequé” que lo llevaba al cielo, la quería con locura, aunque nunca se lo dijese.

A pesar de que a mi tío Magnus le gustaban más otra clase de mujeres...Poco a poco se fue adaptando a ella de una manera natural, de hecho, Araceli no era una buena amante, solo se dejaba hacer sin establecer demasiados límites en los actos sexuales. Siempre decía que sí, pero ella nunca tomaba la iniciativa.

Araceli, más que vivir soñaba, su vida parecía sumida en una melancolía mal disimulada, como inmersa dentro de un concierto de Grieg.

Cuando tocaba a Grieg, se transformaba ella misma en un iceberg, en un bloque de hielo azul y frío, un iceberg de música y soledad absoluta. Vivía fascinada por la música de Edvard Grieg, su música evocadora de la nieve, los Fiordos, el frío gélido...

Se especializó en las composiciones del músico noruego, ensayando constantemente para lograr el sueño de la perfección con sus ejecuciones al piano.

Cuando terminaba de tocar, se levantaba del taburete y hacía una reverencia a un público imaginario.

Cuando volvía a la realidad se preguntaba así misma si no se estaría volviendo loca.


-Necesito la crítica, necesito que alguien valore mi trabajo, alguien que me escuche, que aprecie mi trabajo.

Luego abrazaba al imbécil de mi primo que dormía en su cuna y daba todo por bien empleado.

Por las tardes recibía a sus alumnos pijos, se afanaba en intentar formar futuros músicos, les obligaba a asistir a las clases vestidos de domingo, bien peinados, con las manos limpias y con embadurnados de crema.

Les enseñaba a colocar las manos sobre el teclado.

-Acariciándolo, les decía, no hay que aporrearlo, eso es para los tambores de feria...


Mi tío Magnus se obsesionó con la restauración del marco y se dedicó a estudiar en detalle un libro: Materiales empleados en la antigüedad para construir marcos de lujo.

Raspó y lijó con esmero todos los desconchones, empleaba punzones muy agudos y un viejo bisturí muy afilado, encorvado sobre el marco parecía un cirujano operando a un anciano venerable. Después de mucho estudiar, optó por una mezcla de cal viva y goma de gutapercha con cola básica, se le ocurrió ponerla a hervir.

Cuando hizo las primeras pruebas de resistencia y plasticidad, sonrió satisfecho.

-Duro y ligero – pensó -

Lo aplicó en basto ayudado por una manga pastelera y lo dejó secar.

Antes había tapado todos los agujeros de carcoma inyectándoles una mezcla de trementina con cal viva, luego lijó y lijó hasta dejarlo liso al tacto, cuando anotó en su libreta los gastos de materiales notó que se había jodido los dedos

Recordó que tenía una buena provisión de hojas de pan de oro de la época que hacía collages al estilo Klimt, antes de aplicarlos estuvo leyendo un rato sobre su correcta aplicación.

El tiempo corría, pero apenas se daba cuenta, estaba entusiasmado.

La madera del marco era de palisandro, muy dura, había resistido bien el paso del tiempo. Para terminar de afianzarlo lo reforzó con un marco de madera muy dura, lo fijó con cola y lo aseguró con clavos.

Comprobó el equilibrio del marco poniéndolo de pie, luego lo pintó todo con aceite de linaza

Cubrir los ornamentos restaurados con pan de oro le produjo una especie de placer parecido al que sentía después de pintar un cuadro.

Había quedado perfecto, como nuevo...respiró orgulloso.

-Quizás demasiado nuevo – pensó – y le aplicó por último una ligera capa de betún de judea para oscurecer el conjunto.

Cuando al fin quedó satisfecho con la restauración del marco, mandó recado a mosén “gripau” el cual se presentó en el estudio a los pocos minutos.

-Bueno... Ese es el marco – dijo Magnus esperando respuesta -

El mosén permaneció un rato en silencio admirando el trabajo

-Parece un sueño – atinó a decir -

-Estaba tan deteriorado que me he tenido que emplear a fondo – dijo mi tío -

- Estoy casi seguro que es un marco del siglo diecisiete, con intentos de restauración por aficionados. Una mezcla de rococó y barroco, se podría decir que churrigueresco, que se estilaba mucho en ese tiempo.

- Tal vez de estilo francés Luis dieciséis, un estilo que se llama vendimia royal o algo parecido...

Cuando mosén “gripau” se recuperó, preguntó por el cuadro

-¿Se podrá hacer lo mismo con el cuadro? Soy consciente de su deterioro...

- No será una tarea fácil, dijo Magnus meneando la cabeza, _

- Tal vez tenga que reforzar la tela, no estoy seguro si resistirá la original, veré lo que puedo hacer...Tendré que ir a Barcelona a comprar materiales, no son baratos...


-Lo que haga falta, dijo el cura, visto el admirable trabajo del marco, estoy seguro que el resultado será igualmente satisfactorio.

-¿Necesita dinero? Dijo el mosén.

-Ya pasaremos cuentas, no se preocupe.

-El señor obispo ni se lo puede imaginar… Estoy impaciente...pensaba en voz alta mientras se alejaba de Magnus

-Supongo que se hace a la idea de que se trata de un trabajo muy delicado… para restaurar el cuadro, necesito tiempo… tendré que estudiar para que salga bien…

Pero el mosén ya había desaparecido del taller y mi tío Magnus, satisfecho de la restauración del marco y la verdad es que le había quedado bordado, se encaró ahora sí con el cuadro del arcángel de la puta espada y los demonios .



EL CUADRO DEL ARCÁNGEL



A Magnus le encantaba la noche, mejor dicho, comenzaba a despertarse a las seis de la tarde, antes no era persona.

Una noche comenzó a limpiar el lienzo a conciencia, con todo el cuidado de que era capaz, usando un poco de alcohol con agua destilada, tal como había leído en un manual de restauración de obras antiguas.

La tela estaba “mírame y no me toques”, por momentos pensó en desistir, pero se le ocurrió la idea de pegar una nueva tela por la parte de atrás para reforzarla, no había otra opción.

Naturalmente había que certificar la añadidura, así estaba establecido por el gremio de restauradores.

Buscó el rollo de tela de lienzo que él mismo se hacía para sus cuadros, era más barato que comprarlos montados. Pegó la tela al dorso del cuadro y comprobó que le daba seguridad .Comenzó a limpiarlo, había mejorado mucho, aunque el ahumado se notaba demasiado oscuro. Mezcló un poco de trementina con alcohol y frotó en una esquina, comprobó con satisfacción que el paño blanco que utilizaba estaba sucio de humo pero ningún resto de pintura. Lo limpió a conciencia ya sin miedo .Borrar la pintura es un desastre que se convierte en la peor pesadilla de los restauradores aficionados

Cuando casi había terminado de eliminar el humo observó con sorpresa que, bajo la capa de humo aparecía una firma borrosa junto a una fecha casi ilegible, se le aceleró el corazón.


-¡Sorpresa! - exclamó como un niño que ha descubierto el escondite de los caramelos-

Enfocó el flexo para distinguir mejor, arrastró su taburete lo más cerca que pudo para poder trabajar más cómodo, limpió los restos de humo que enmascaraban la firma con mucho cuidado. Las letras que componían el nombre fueron apareciendo poco a poco.

Cuando pudo leer la fecha con ayuda de una gruesa lupa, tuvo que beber un largo trago de ron

- ¡Joder...! una obra de 1780

De la escuela de Sevilla, seguramente...

La fecha había aparecido número a número a medida que limpiaba el humo

Después de insistir en la limpieza apareció el nombre del autor, con una especie de sello en relieve:

Un círculo con un primitivo barco en el centro. Eso verificaba su procedencia sin lugar a dudas: La escuela de Sevilla.

Juan de Espinal, pudo leer al fin cuando completó las letras del nombre, volvió a tomar otro trago de ron. Cuando mi tío Magnus se apasionaba con algo, bebía ron con canela y sudaba de placer.

Se trataba de un pintor de murales religiosos que vivió en el siglo diecisiete. A finales de ese siglo se impuso mucho ese estilo naturalista, se cuidaban mucho las expresiones de los personajes, el sfumato, el raspado en seco, la profundidad y las sombras. Los pintores de la escuela de Sevilla estaban influenciados por la técnica de la pintura holandesa: Rubens, Rembrandt, estaban muy de moda.

Se trataba de Juan de Espinal, un muralista que no había abandonado el caballete

Magnus sudaba...


LA BIBLIOTECA


A la mañana siguiente del hallazgo, se levantó temprano y se duchó, no solía ducharse mucho, pero esa mañana lo hizo y se vistió de persona, como él solía decir.

Impaciente, se encaminó a la biblioteca municipal, de camino a la biblioteca se cruzó con mosén:


-¿Cómo va la cosa? - pregunto sonriente -

-No será nada fácil, dijo Magnus sin detenerse, voy a la biblioteca, hay que estudiar...

-Lo dejo en sus manos y en las de Dios, el señor siempre ayuda...

-La voy a necesitar, sonrió mi tío, y aceleró el paso para librarse del sermón de mosén “gripau”


La biblioteca municipal estaba bien provista de volúmenes antiguos sobre arte y una extensa fila de libros y enciclopedias para consultar.

La bibliotecaria le miró por encima de las gafas extrañada por su presencia

-Si puedo ayudarle en algo, sólo tiene que decírmelo...

-Gracias, busco libros sobre el Barroco español...Más concretamente sobre la escuela de Sevilla...

-Creo que hay bastante documentación sobre esa época- dijo muy amable -

- ¿Algún autor en especial?

-Pues sí, - estuvo a punto de pronunciar el nombre del autor del arcángel pero se mordió la lengua -

-Con algo sobre pintores de la Real Academia de las tres artes nobles, me conformo, dijo haciéndose el erudito.

La bibliotecaria se sumergió en el cajón del archivo sacando varias fichas amarillas, luego se perdió entre las estanterías de gruesos volúmenes buscando con eficacia.

A los pocos minutos apareció cargada con seis gruesos libros que dejó sobre la mesa


-Esto es lo que hay sobre el tema, dijo, esta biblioteca fue saqueada durante la guerra civil y se diseminaron las colecciones de arte.

-Muchísimas gracias- dijo poniendo cara de buen chico afecto al régimen.


En los años cincuenta, o eras del régimen o por lo menos tenías que parecer que lo eras. Tío Magnus era considerado un tipo raro pero no un sospechoso.

Se sentó en un sitio alejado y se enfrascó en la lectura sobre la pintura de los siglos XVI y XVII como si no hubiera un mañana.

Pasaba las hojas desechando lo que no le interesaba .Mucho Murillo, mucho Zurbarán, mucho Velázquez…dedujo que Juan de Espinal era un segundón, bueno, pero no famoso.

Después de indagar mucho supo que Juan de Espinal era hijo de un pintor, y que continuó la carrera de su padre, el cual poseía un taller donde hizo el aprendizaje.

También trabajó como ayudante en el taller de pintura de Domingo Martínez, también pintor de mucho prestigio en la época.

Y al fin dio el braguetazo y se casó con la hija del dueño.

Siguió buscando y encontró algunas fotos de obras suyas protegidas entre delicadas hojas de papel cebolla, parece ser que el tal Juan de Espinal estaba hasta los huevos del Murilismo, tan de moda en ese tiempo, y que se dedicó a estudiar la pintura flamenca e italiana que molaba más.

Más tarde fundó La escuela de las tres artes nobles y eso le hizo pasar a la historia.

Cuando por fin pudo ver los cuadros de Espinal, exclamó:

¡Pintaba de puta madre ese tipo!

Se quedó embelesado durante un buen rato con los cuadros de ángeles y con un cristo crucificado muy bien pintado.

Siguió buscando más obras suyas, y en un libro sobre obras pictóricas expuestas en monasterios e iglesias encontró las 28 obras expuestas en el monasterio de los jerónimos sobre la vida de San Jerónimo.

-Estaría forrado ese tío – pensó -

Su obra parecía muy extensa, por aquel entonces dedicarse a pintar estaba más cerca de ser considerado un oficio que un arte; los pintores de la antigüedad eran necesarios para inmortalizar los grandes momentos o dejar la huella de la imagen para la posteridad, ahora la fotografía los había relegado al arte. Magnus pensaba que las fotos habían jodido el oficio de pintor. Definitivamente odiaba las fotos.



Las obras de Juan de Espinal le parecían magníficas, pasó un buen rato estudiando un cuadro que representaba a Venus presentada por Vulcano.

Los pintores profesionales no miran los cuadros como el resto de la gente, de los profanos, ellos centran su atención en las técnicas pictóricas con las que fueron realizadas: paletas de colores, sombras, profundidad y detalles técnicos. Cuando se percató de la hora le dio las gracias efusivamente a la bibliotecaria por sus esfuerzos y regresó a su estudio

Llegó a casa con los ojos colmados de obras de arte de los genios de la pintura, sus ganas de pintar estaban a flor de piel. El atracón de arte lo había apasionado como en sus mejores tiempos.

Encendió todas las luces del estudio y puso un foco delante del cuadro de Juan de Espinal, se sentó delante del lienzo y miró fijamente al arcángel de la espada flamígera mientras bebía a sorbos de la botella de ron medio llena.

-No será difícil de restaurar, se dijo, pero habrá que comprar pinturas como se hacía en la antigüedad, ni hablar de usar óleos actuales.

A medida que iba bebiendo ron, comenzó a sumirse en su pensar, en su capacidad como pintor clásico, tan denostada por él mismo.

-¡Ese tipo pintaba muy bien!- Pero yo también...


Cuando el ron tocó el fondo de la botella, su pasión pictórica bullía dentro su alma de artista, se atrevía a todo, se sentía eufórico.

Recordó sus años en la escuela de arte, sus dibujos al carboncillo, los modelos reales que se desnudaban en secreto por causas de la moralidad imperante bailaban difusos dentro de su embriagada cabeza.

Se recordó más tarde, ya casi formado y con un excelente nivel superior, como pasaba las horas en los museos copiando infatigable las obras de arte de grandes pintores; figura, retrato, paisaje, bodegones...

Medio borracho, cogió un bloc grande de papel Guarro, así se llama la marca, y un lápiz carbón Conté que se había traído de un viaje a París.

Hizo un boceto del arcángel a mano alzada sin ni siquiera encajar el dibujo, ni una sola vertical.

Observó que el autor de la pintura del ángel había concentrado toda su técnica y esfuerzo en la figura central, y en esa expresión de furia justiciera con gran maestría. Las figuras de los ángeles convertidos en demonios con sus caras de terror y derrota parecían pintadas más ligeramente.

El fondo, la mezcla de blancos y amarillos para las nubes celestiales y los resplandores que le daban aspecto de cielo abierto combinado con deliciosos grises azulados, los llamados grises calientes, estaban muy bien logrados…de repente el sueño se apoderó de él.



EL TREN


Se fue a dormir, no quiso despertar a Araceli y se acostó en el sofá sin desnudarse.

Antes había mirado a su hijo que dormía en su cuna.

La habitación en penumbra y las ventanas sin cortinas dotaban al cuarto de un ambiente especial, para nada adecuado para un niño, pensó.

No sintió nada especial por su hijo, los niños son para las madres, se excusó.

Solo hay que ayudar a mantener el nido para criar a los hijos, hasta los pájaros lo hacen.

Los hijos y las esposas solo son anclas en el mar de los sueños, la familia te empuja a puerto, te amarra, es necesario para hacer que la vida sea posible.

Escuchó la voz de Araceli, muy tenue, para no despertar al niño.

-Llorens... – dijo en catalán -

- Vine aquí, tinc fred...

Y Magnus se desnudó para recalar en el puerto de la espalda de Araceli.

Araceli se volvió hacia él pegándose a su pecho, amarrándolo con la maroma de sus brazos largos

Él se dejó llevar por la pleamar que Araceli tenía, y él metió su fuerza en su calor, abriendo un rato la puerta de su particular burbuja azul donde todo era posible.

Donde nada importa y nada está prohibido.

Donde se puede surfear sobre las olas sin naufragar.

Unos minutos de sueños de velas blancas al viento, luego el caos y los naufragios otra vez, luchando con el mar que quiere tu vida, el agua que no quiere que vivas en ella, que no te deja respirar.

Solo puede flotar en el mundo de los sueños, cansado, exhausto después de nadar encima de Araceli.

Ella le amaba, lo admiraba, le gustaba, y a él solo le servía para follar.

Follar sintiéndose querido es el cielo con patatas fritas... Pensó sin querer.


Despertó muy temprano, se duchó para quitarse de encima la noche de tormenta y volvió a vestirse de persona.

Del Vendrell a Barcelona apenas hay hora y media de incómodo tren.

A veces pasaban tipos con gafas negras, sombrero de ala y gabardina de gánster de película pidiendo la documentación a los pasajeros, haciendo preguntas...

-¿Dónde se dirige?

- ¿De qué trabaja?

La ley de vagos y maleantes...

Magnus entregó la documentación mansamente, sin mirar a los ojos del policía.

Todo el mundo era sospechoso entonces

-¿Cuál es su profesión?

-Restaurador de obras de arte...Contestó sin vacilar

-Estoy restaurando un cuadro para la iglesia de San Salvador del Vendrell y necesito materiales especiales.

Esos tipos a veces comprobaban las cosas aleatoriamente, y siempre es mejor decir la verdad.

El policía de las gafas oscuras le devolvió la documentación sin más preguntas.

Solo hacía quince años que se había terminado la guerra civil y los ganadores estaban muy de subidón con eso del control.


-Después de la guerra hay mucho que restaurar- pensó el policía recién habilitado. Había trabajado de dependiente en la pastelería de su tío, y su padre era camisa vieja de la falange, pasó desapercibido durante las purgas de los anarquistas, había sido listo y supo nadar entre dos aguas, entre los anarquistas y la quinta columna; de hecho, tenía el carnet del PSUC y del POUM que mostraba según los piquetes que le paraban en la calle.

Cuando entraron los nacionales se puso la camisa azul de su padre e hizo algunos “paseos” con prisioneros anarquistas, también formó parte de algún pelotón de fusilamiento. Siempre apuntaba mal, nunca dejó de sentirse culpable. A veces se preguntaba si los soldados eran asesinos...la voz de su conciencia contestaba que sí. Cuando la cosa se calmó, su padre lo colocó de policía social, un curso de un mes, pistola y gabardina y, listo… a aprender a poner cara de malo.


Magnus se bajó en la estación de Francia atestada de viajeros con paquetes y maletas.

Las cartillas de racionamiento no eran suficientes y la gente de la ciudad se desplazaba al campo para cambiar cosas y poder seguir comiendo.

Los policías registraban los bultos sospechosos y tomaban lo que les interesaba para su consumo, aunque también hacían la vista gorda, todo era una cuestión de suerte


Magnus se encaminó hacia las Ramblas entreteniéndose en contemplar las obras del puerto que renacía de los bombardeos, cada vez se notaban menos las huellas de la guerra.

Llegó a Colón y bajó a paso tranquilo hasta la rambla de Santa Mónica, entró en la Plaza Real y se sentó en una de las terrazas.

Un tanque de cerveza muy fría con los obligados anillos de calamares, quería descansar un rato y situarse.

Recordó que en la calle Petritxol había un pintor restaurador amigo de un galerista que conocía, sin perder más tiempo enfiló la calle Quintana atravesándola por el pasaje dels Cecs y rodeando la Plaza del Pi.

No tardó en encontrar el taller del señor Junyent, un local atestado de muebles antiguos, cuadros oscuros e imágenes religiosas desconchadas. La campanilla colgada de la puerta avisó al propietario que se encontraba en plena labor.

- ¿El senyor Junyent? - preguntó Magnus en catalán y con su mejor sonrisa -

El viejo pintor levantó la cabeza y se colocó las gafas redondas que reposaban en su nariz tratando de reconocer al visitante.

- Jo mateix, ¿en què el puc servir? - dijo limpiándose las manos en su bata azul de trabajo -

- Miri- le dijo - el uso del catalán funcionaba como un salvoconducto de confianza, ya que no era el idioma de los vencedores -

-Verá, dijo Magnus, estoy restaurando un cuadro y necesito pintura de época, lo más auténtica posible...

-Hay pinturas muy buenas de hoy en día que sirven igual – contestó desconfiado -

-Ya, pero es mi primera restauración y quiero quedar bien -carraspeó -

- Si quedan satisfechos tal vez tenga más clientes, soy amigo del señor Ribera y me dijo que usted es un experto muy profesional...

-Los colores de época solo se usan para trabajos muy delicados, para trabajos de mucha calidad...

- Bueno...- dijo con una risita,- y para las falsificaciones...

-No es el caso, dijo mi tío riéndose.

-Solo es un cuadro religioso de una iglesia de pueblo...

-¿Sabe de qué época es...

-No sabría decirle... Tal vez de la escuela de Sevilla o así...

-Lleva más de cien años ahumándose en esa iglesia, los devotos aseguran que hace milagros, valor sentimental, ya sabe... No es una gran cosa…

Hablaban en la jerga del oficio, conversaron un rato amigablemente sin enseñarse las cartas.

-Cuando sepas -le tuteó amigablemente- el autor y el año en que se pintó y, si estás interesado en hacer negocios ven a verme, a lo mejor al mosén le gustaría vender -Le guiñó el ojo-Hay muchos hijos del tío Sam con dólares que pagan muy bien.


Muchos cuadros valiosos habían desaparecido de museos e iglesias durante la guerra civil a causa de los bombardeos y de la quema de iglesias por los anarquistas.

Algunos fueron escondidos y más tarde vendidos a coleccionistas ricos, otros, simplemente robados o quemados sin más.



-Pienso ganarme la vida restaurando obras de arte- dijo Magnus muy serio-esas cosas son peligrosas y casi nunca salen bien, no quiero quemarme los dedos, si restauro bien ese cuadro tendré clientes importantes, ganarse la vida de pintor no es tarea fácil.


El senyor Junyent le dio la dirección de un artesano que hacía pigmentos de colores al estilo antiguo.

-Es en la calle del Call, en el antiguo barrio judío, es un judío que todavía fabrica esos pigmentos, un purista del oficio.-No tiene pérdida, lo verás enseguida, es una puerta pintada de azul, un azul extraño, un azul nunca visto-. Hizo una pausa que pareció transformarle el gesto.


-Existen muchos colores azules, dijo emocionado, yo he visto cientos de ellos en mi vida, pero nunca he visto un azul como ese, a veces voy a verlo expresamente.


Magnus le dio las gracias y se dirigió a la calle del Call intrigado por lo que le había contado el anticuario, se preguntó qué clase de azul sería el que le había impresionado tanto.

Mientras caminaba, imaginaba colores azules, sabía desde sus primeras clases de arte en la escuela Massana que los colores solo son una ilusión óptica que produce la retina, los rayos de luz reflejados y absorbidos según la longitud de onda de dichos rayos...

El azul, pensó soñando, el mar azul, el cielo azul, nada de eso es cierto, soñamos el azul...

Un color primario... Pensó en la piedra lapislazuli, tan escasa, casi una piedra preciosa, muy apreciada por los egipcios, el azul, el color de la confianza y la simpatía, el color de la felicidad y la tristeza, un color sugerente.

Es curioso, pensó, que un color pueda sugerir sentimientos como la tristeza y el desamor, también está asociado a la masculinidad y a la pureza; casi todas las vírgenes representadas en la pintura lucen el azul claro.


Sin querer se acordó de las flores de lavanda que Araceli tenía en el jardín, las flores de lavanda son del color que amo. Ciento diez tonalidades conocidas, tiene el color azul.


LA PUERTA


No tuvo que buscar mucho, enseguida se quedó fijado por el extraño color azul de la puerta; estaba pintada descuidadamente, a brochazos.

No había ningún letrero que anunciara la tienda de pigmentos antiguos.

Entró sin llamar, no sin antes pasar la mano por la envejecida puerta del extraño color.

No tardó en aparecer un hombre encorvado, muy viejo y con un delantal multicolor que a Magnus le recordó los cuadros de Pollock.

En la cabeza lucía un gorro oriental sin visera muy viejo, y también salpicado por multitud de manchas de color.

Magnus se presentó con las referencias del anticuario Junyent, después de las presentaciones los saludos y las intenciones, mi tío le expuso el tipo de materiales que necesitaba.

Ciro, así se llamaba el hombre de los colores, también le dijo que un buen óleo, sirve para una buena restauración.

- Si se sabe pintar, claro, saber mezclar los colores bien es importante...

Magnus insistió en su aspiración por obtener colores tal y como se elaboraban en el siglo diecisiete.

-¿Qué colores quiere? - Zanjó Cirius -

-Bueno... El rojo, el rojo de Tintoretto...

-Ese rojo sí lo tengo, lo hago con cochinilla y arsénico. También tengo, el rojo Venecia a base de resina gomosa y óxidos férricos...

-Ese sería ideal, aprobó Magnus

-Nada fácil de obtener – dijo Cirius con un atisbo de orgullo -

-También necesito azul

-El lapislazuli machacado es el más caro, también tengo de otras piedras... A ver...Tengo el azunita, azul egipcio, y el ultramar cenizo; éste me sobró de un encargo de unos señores de Venecia.

-También tengo el púrpura para los morados y el índigo de plantas de rubia. El purpura de moluscos se dejó de hacer en el Renacimiento, era muy difícil de obtener y tampoco era una gran cosa.


Cirius lo sabía todo sobre colores antiguos, un pozo de sabiduría colorística...

-Los verdes son más fáciles - continuó – se usa el cardenillo, la tierra verde y el verde azzurro.


Cirius le enseñaba muestras mientras hablaba, las tenía en un cajón compartimentado, más de doscientos colores hechos de piedras, tierras y óxidos, una paleta de colores extraordinaria.

Era un apasionado de los colores, ejercían sobre él una especie de poder hipnótico que lo trasladaba a otros mundos.

-¡Ten cuidado al mezclar los colores, a veces son inestables!- le aconsejó- una vez preparados es muy difícil repetirlos, casi imposible.

-Para los amarillos lo mejor es el massicot y el amarillo de Nápoles, también la gambógia, aunque ese es caro.-Para las sombras lo mejor es la tierra de Siena quemada, es fácil y barata. Los blancos salen muy bien con la carussa y el blanco mastronne se hace con yeso y tiza-¡Ningún químico puede detectar la edad de un cuadro con colores de época, es imposible...! -Dijo Cirius guiñando un ojo.

-Y finalmente el más fácil: el negro de humo, y si lo que quieres es negro marfil lo mejor es el negro viña.


Los dos acordaron las cantidades sin más preámbulos, hablaban el mismo idioma y Cirius no hizo más preguntas.

Cuando se despidieron el hombre de los colores acompañó a mi tío a la puerta y los dos se quedaron un rato admirando el color azul de la puerta.

-Una mezcla afortunada -comentó Cirius al notar la admiración de Magnus- Hice unas mezclas con pinturas sobrantes y salió ese azul tan...He intentado repetirlo alguna vez pero he desistido, es inútil seguir intentándolo, no sale, ¡es único!-dijo levantando su viejo y experimentado dedo índice.


Sus pasos le llevaron a la calle Petritxol, se detuvo un rato a tomar un café en la granja la Pallaresa, se sentó cómodamente sin perder de vista el paquete de los colores que palpitaban a su lado deseando salir a la luz y acariciar las retinas de las personas.

Salió a la calle, anduvo unos metros más y entró en la tienda de bellas artes donde suelen comprar casi todos los profesionales de la pintura.

Compró pinceles de calidad, el dependiente amanerado todavía se acordaba de que había sido un cliente habitual, así que le aplicó los preceptivos descuentos para profesionales del ramo.

Anochecía cuando llegó a pie a la estación de Francia.

Estaba impaciente por llegar a su estudio y comenzar la aventura de restaurar el cuadro del ángel y así comenzar su nueva profesión de restaurador.













Mi tía Araceli se sentía dichosa al ver a su marido tan atareado. Se sentía feliz y conformada criando a su hijo y dando clases de piano a niños maleducados

Algunas tardes después de las clases, se sentaba al piano y tocaba para ella misma, con precisión, afinando los detalles al máximo, fundiéndose con la música.


Magnus se levantó muy temprano en contra de su costumbre, estaba impaciente por utilizar los extraordinarios colores del maestro Cirius.

Con el entusiasmo estuvo a punto de cometer un grave error, utilizar el aceite de linaza para diluirlos, los aceites de linaza no se fabricaban en el siglo XVII, lo hubiera estropeado todo. Necesitaba aceite de oliva puro, lo más puro posible.

Después de varios intentos con aceites de la zona a base de olivas arbequinas que tenía por casa optó por un aceite de origen andaluz, aceite de oliva virgen extra, le aseguraron que era de la población de Dos Hermanas, cerca de Sevilla, conseguido de estraperlo. Pagó más del doble que por un aceite normal. De vuelta a casa con la botella del preciado aceite bajo el brazo, pasó delante de la iglesia de San Salvador, distinguió la figura con sotana de mosén Robert, el “gripau”, custodiando la puerta principal. Se podría decir que ejercía de centinela de Dios: el vigilante de la moral de las almas del pueblo.

Magnus se acercó a saludarlo, el mosén le apretó las dos manos afectuosamente invitándole a entrar en la iglesia....

-¡Bienvenido a la casa del padre! - dijo ceremoniosamente -Ya sé que Ud. no es mucho de misa... ¡Pero hay más alegría en el cielo por un pecador arrepentido que por cien justos!

-No tengo el don de la fe - replicó Magnus – pero desde que tengo el cuadro del ángel en casa estoy más blandito – dijo irónicamente -

-Eso está bien- dijo sonriente el mosén- hay imágenes que obran milagros...

-Eso... -terció Magnus.

-¿No tendría por casualidad algunos restos de cuadros viejos, inservibles en el almacén? Estoy buscando alguna tela antigua para la restauración, no estaría bien usar materiales actuales.

-Creo que sí- dijo el cura- podemos mirar, hay una habitación en la sacristía en la que hay un poco de todo, es el cuarto de los enredos, hace mucho que no se abre y seguro que está muy desordenado.-Venga, venga por aquí, podemos mirar, sí...


La habitación adyacente a la sacristía estaba cerrada, el mosén buscó la llave en los cajones del aparador donde se guardaban los revestimientos eclesiásticos. Después de revolver varias veces apareció por fin la herrumbrosa llave.

-Es que hace mucho que no se abre esa puerta – dijo azorado el cura -

Después de varios intentos fallidos y de untar la llave con aceite de los santos óleos (el que se usa para los moribundos) la desvencijada puerta se abrió emitiendo un sonido parecido al graznido de un cuervo.

Por suerte, la bombilla que colgaba del techo se encendió al instante llenando de luz amarilla el almacén lleno de trastos. Olía a moho y a rancio

-Habría que ventilar esto de cuando en cuando, dijo el cura.

La humedad se había apoderado de toda la estancia, Magnus apartó unos viejos cuadros estropeados imposibles de restaurar, movió unas viejas puertas de interior y detrás de ellas pudo ver una tela bastante aceptable para lo que quería, estaba deteriorada pero podría servir, estaba cubierta por una gruesa capa de moho verde, miró más detenidamente y observó que estaba cubierta por una vieja manta que la protegía, tiró de la manta apartando instintivamente la cara y apareció una tela con algunos restos de pintura, casi en blanco, tiró con fuerza del bastidor y la tela salió entera: 1,80 x 1,20 centímetros…

-Esta servirá, dijo displicente, necesito trozos de tela para poder reparar.

-Es toda suya, dijo el “gripau”.

-Toda nuestra- rió el tío Magnus a la vez que cargaba con la mohosa tela.

El mosén buscó una escobilla para ayudar a Magnus a quitar el polvo y el moho, al rato ya se podía coger sin mancharse demasiado.


Llegó enseguida al estudio, entró por la puerta del patio y colocó la tela en un caballete grande. Bebió un poco de ron y subió a comer.

Mientras comían, mi tío Magnus le contó a su mujer todas sus peripecias del viaje a Barcelona y las conversaciones con el mosén.

Había tomado a mi primo y lo había sentado en sus rodillas, jugando a darle la comida en modo avión... Entre cuchara volando con papilla y para dentro también le contó que se iba a dedicar a la restauración de cuadros en plan profesional, que le habían dicho en Barcelona que había mucho trabajo de eso.

Cuando Araceli traía el postre, tío Magnus le dijo que ya era hora de hacer un poco de dinero.

-¿Tendremos que criar a este, no? - dijo levantando al niño -

Araceli le besó detrás de la oreja diciéndole que lo importante era ser feliz:

-Que seas feliz con lo que haces, el dinero sólo es un medio.

-Montaré una exposición una vez al año,-dijo mientras masticaba el postre- ¡Me niego a abandonar mi carrera!


Bajó al estudio y se marcó un plan para la restauración del arcángel de Juan de Espinal.

Lo había limpiado a conciencia y la pintura había recuperado su color original, ya sin restos de humo que la entristeciera.

Magnus creó un esquema de los daños generales del cuadro, primero se centraría en los más importantes, afortunadamente las caras de los personajes no estaban afectados.

El mosén le había dado el plazo de un mes para la restauración, también le había dicho que sería generoso con el pago de su trabajo, ya que el obispado estaba muy interesado en las restauraciones de los cuadros emblemáticos locales.

Hay creyentes que depositan su fe en una imagen. Ya no se trata de la imagen o el cuadro, es la fe que se deposita en ellos lo importante.


Solo tardó una semana en restaurarlo, todo el trabajo había resultado razonablemente fácil y los pigmentos de Cirius habían sido de excelente ayuda.

-¡Más bonito que un San Luis me ha quedado! - Exclamó cuando lo hubo colocado en el precioso marco dorado -

El conjunto lucía genial.

Eran las tres de la tarde y hacía un calor infernal.

Echó varios cubitos en un gran vaso de cristal de Bohemia, vertió una generosa cantidad de ron, esta vez sin canela y se sentó en una silla de esas de director de cine a contemplar la obra de Juan de Espinal; la que ahora lucía espléndida custodiada por el dorado marco.

Se quedó un rato contemplando fascinado la pureza de esos colores, los colores de Cirius, los matices que adquirían cuando se integraban en el aceite de oliva. Apenas había gastado un 10 % de los pigmentos, había trabajado con mucha precisión, pinceladas casi imperceptibles, avanzando poco a poco, integrando los colores nuevos a los antiguos, probando hasta lograr el resultado deseado. Una vez terminado realizó las pruebas de secado y el resultado había sido perfecto.


El tío Magnus se sentía orgulloso de su trabajo, pensó en llamar a mosén “gripau” para hacerle la entrega, se imaginó recibiendo los emolumentos elogios que sin duda le haría.

Pero...






LA IDEA


No se sabe si fue el ego que estaba estallando en el pecho de mi tío, tal vez el orgullo o el abundante ron que había ingerido lo que hizo que naciera en su cabeza esa idea descabellada.

Miró la tela que había recuperado del almacén de la sacristía, se levantó y buscó una cinta métrica.

Las medidas eran exactas a las del cuadro original restaurado.

Bajó del caballete el cuadro del arcángel de Espinal y lo cubrió con una tela.

Puso la tela que había encontrado en la sacristía en el caballete grande y la limpió a conciencia con una mezcla de aceite y arena de playa, restregándola cuidadosamente al principio y luego con más brío, la tela resistió muy bien, tela de lino seguramente, antigua, de época...

Retiró los restos de pintura ayudándose de una paletina de pintar.

Casi estuvo ocupado toda la tarde hasta que consiguió dejarla limpia y lisa.

No se le había borrado la sonrisa de chico malo en toda la tarde...

¡La tela estaba lista para pintar!

Puso el cuadro original encima de la mesa apoyado en un cajón de madera y lo estudió a fondo.

No se sabe si fue por el ron pero se podría jurar que Lucifer, el ángel caído que pisoteaba San Miguel le sonreía...

Magnus le guiñó el ojo con complicidad.

Tenía que estudiar a conciencia: los personajes, los fondos celestes, los brillos, las expresiones.

Los fondos no ocupaban mucho espacio en el cuadro, grabó en su mente los azules celestiales mezclados de blanco y gris, tonos de rojos rosáceos...

La figura de san Miguel arcángel blandiendo la espada flamígera vestido de centurión romano con el traje de paseo y con alas de palomo resultó lo más difícil. Los grises calientes de la coraza plateada no tenían ningún secreto para Magnus; los ángeles caídos al mando de Lucifer derrotado eran una mezcla de claroscuros con rojos y negros...Sombras y más sombras...

Después de estudiar el cuadro de Espinal a fondo, por espacio de varias horas, buscó en los cajones las olvidadas reglas de madera, los compases y un pie de rey oxidado que tuvo que lijar y limpiar a fondo para lograr la máxima precisión en las medidas.

Las reglas y los cartabones estaban nuevos, todavía en su estuche original, nunca los usó, siempre había pintado a ojo.

Entonces se plantó frente a la tela, de pie, desafiante, tenía grabado en la cabeza el cuadro que se disponía a copiar.

Recordó las clases de pintura clásica, las copias que hacía en el museo de arte de Barcelona y se dispuso a medir.

La geometría del dibujo...

Midió el ancho de la tela y trazó una vertical justo en medio.

Dibujó al carboncillo los círculos que correspondían a cada una de las caras de los personajes del cuadro. Partiendo de la cara de la figura principal hizo salir unas líneas medidas a regla y cartabón buscando las cabezas de los demonios. La técnica de la estrella. Solo hay que hacer un boceto exacto al original, es la base, dibujar unas líneas maestras para situar a las figuras.

Tío Magnus era un dibujante consumado, poseía técnica e intuición, como se suelen decir los profesionales, tenía la mano suelta.

No tuvo que borrar ni una sola vez. Bosquejó con exquisita precisión, estrenó los lápices Conté grafito con efecto carbón que había comprado en Barcelona. Pasó casi dos días dibujando...

Sin dormir apenas.

Cuando terminó de esbozar, comenzó a pintar los fondos empleando los colores de Cirius. El alma que no tenía, se había impregnado de la manera de pintar de Juan de Espinal, trazo ágil y preciso.

Una vez conseguidos los tonos exactos solo se deben cuidar las fronteras, quizás la tarea más difícil de la pintura, los colores deben integrarse, fundirse...

Casi dos semanas pintando con precisión de copista. Cada vez que utilizaba el color azul, recordaba el extraordinario color de la puerta del taller de Cirius.

Una puerta pintada de un color azul que solo existe en esa destartalada puerta, en ninguna parte del mundo, solo ahí.

Después de dos semanas, el cuadro estaba terminado.

Lo dejó secar y le aplicó un sfumato, una niebla que envolvía el conjunto del cuadro.

Se sentía exultante, travieso, aplicó un poco de brillo en la cara del arcángel para que resaltara

- Parece maricón- pensó riendo...

Al fin lo había terminado, calcado al original

Dudó en ponerle la firma como en el original de Juan de Espinal, eso podría traerle problemas...

-Será un juego - pensó -

Solo quería demostrarse a sí mismo que era capaz de pintar como los mejores...

Antes de llamar al mosén, puso su cuadro en el marco guardando el original

Contempló su obra en el marco que había restaurado y lo contempló satisfecho, los marcos son parte importantes para que un cuadro luzca.

No había diferencia con el original...

-Lo colgaré en el comedor cuando termine todo esto – pensó -

Le sobraba un poco de pintura ocre, del mismo color que la firma de Juan de Espinal y se decidió sin pensar a plasmarla, imitándola perfectamente, en la misma esquina casi escondida que el original.

Colocó otra vez el marco y se bebió el resto de la botella de ron a morro y subió al piso a cenar.

Le dio un beso largo en los mofletes de su hijo que dormía en la cunita.

-Ya he terminado- le dijo a su mujer.

-¿Ha quedado bien?

-¡Perfecto! -Dijo Magnus muy serio...

-¿Sí? -Dijo poniendo la sonrisa de los domingos. Araceli sabía cuándo su marido estaba contento

-Me he esmerado mucho- continuó- es un coñazo eso de restaurar pinturas de otros, pero puede que a partir de ahora tenga muchos encargos que nos permitan vivir mejor.

-Vamos tirando Llorens, lo importante es ser felices con lo que hacemos- le acarició el pelo rizado a su marido al tiempo que traía la sopa.

- Todos los artistas han tenido que hacer esas cosas o parecidas para poder comer, Picasso pintaba en un plato a cambio de un menú de mierda.

Araceli pensó que su marido sufría un ataque de madurez, la restauración del cuadro le había tenido ocupado y apasionado un mes encerrado en su estudio. Nunca lo había visto tan apasionado con el trabajo, le brillaban los ojos. Todo iba bien...



Magnus esperó un par de días para asegurar el secado de su copia. Pensaba enseñarle su cuadro al mosén para ver si lo notaba, solo quería darse un masaje de ego de buen pintor.

Al fin, le mandó recado al mosén “gripau”, notificándole que la restauración estaba terminada.

Esperó su llegada impaciente con la esperanza de lograr más encargos y el pago generoso de su trabajo. Unas pelas nunca van mal

Escondió el cuadro original y esperó.

Al cabo de algunos días apareció el mosén acompañado de dos pingüinos (esos señores que van vestidos con traje negro, camisa blanca y corbata a juego)


- El señor obispo ha mandado a esos dos expertos para examinar su trabajo...El señor obispo es un gran experto en arte, es un guardián celoso del patrimonio de la Santa Iglesia católica. Además le encantan los cuadros con ángeles, son su pasión...

Magnus se sintió atrapado, el mosén y los expertos en arte se dirigían hacia el cuadro que lucía imponente presidiendo el estudio montado en su precioso marco dorado.

Los expertos sacaron sendas lupas de unos estuches de aspecto profesional y se acercaron al cuadro del arcángel copiado con tanto esmero por Magnus.

Lo observaron minuciosamente durante un rato...


LA TENTACIÓN


Magnus estuvo tentado varias veces a descubrir el engaño, pero se contuvo, el diablo Lucifer derrotado a los pies de San Miguel arcángel le seguía sonriendo aun estando sobrio.

Los dejó hacer mientras escuchaba los elogios de mosén “gripau”.

-¡Es una obra de arte de la restauración! -Exclamó uno de los expertos al observar la calidad de los pigmentos utilizados por Magnus.

-Bueno-Pensó Magnus, se lo llevarán mañana, esta noche lo cambio y ya está.

-Tuve que hacer un nuevo sfumato – se excusó Magnus – estaba muy deteriorado por el humo de las velas, todavía está un poco húmedo...

-Ha quedado perfecto, dijo el otro experto, es usted un verdadero profesional de la restauración, ni en Barcelona hubiéramos encontrado uno tan bueno.

-He hecho todo lo que se podía hacer-dijo Magnus modestamente- Estaba tan deteriorado...


Y, ni cortos ni perezosos los pingüinos lo cubrieron con un paño blanco y se dispusieron a cargar con el cuadro.

- Pensaba dejarlo secar unos días más- dijo Magnus al borde de un ataque de nervios.

Pero al parecer ya era demasiado tarde. El mosén sacó un talonario de cheques y escribió una cantidad, firmó y lo puso en las manos de mi tío Magnus.

- Ya sé que es poco, pero la iglesia es pobre y...


Cuando el furgón con su cuadro se alejaba por el fondo de la calle, mi tío leyó la cantidad escrita en el cheque y soltó un respingo.

-¡Hostias! - exclamó -que bien se pagan estos trabajos de restaurar...

Su corazón le latía a mil por hora, se había metido en un buen lío. Tardó un par de días en darle el cheque a Araceli, le dijo que esperara una semana a cobrarlo por lo que pudiera pasar.


Transcurrió casi un mes sin recibir noticias relacionadas con el cuadro.

Magnus se tranquilizó e hizo vida normal, algunas noches bebía ron contemplando el cuadro auténtico de Juan de Espinal.


Una mañana, apareció con señor con traje preguntando por él, Magnus se frotó las muñecas esperando las esposas de preso.

Pero no, solo era el delegado del museo provincial de la diócesis de Tarragona que quería contratarle para que restaurara tres cuadros que habían sido arrastrados por los anarquistas en la guerra civil.

Cuando entregó ese encargo le llovieron muchos más, tuvo que organizar una lista de espera de vírgenes y santos. Ya se había convertido en el restaurador oficial del museo.


A partir de entonces la economía familiar mejoró ostensiblemente. Mi tía Araceli dejó de dar clases de piano y se dedicó a los trabajos caseros y a cuidar de su hijo, que ya apuntaba maneras de convertirse en un perfecto imbécil.

El niño, se comportaba como un verdadero tiranuelo doméstico montando berrinches por cualquier tontada.

Mi tío Magnus comenzó a odiarle en secreto- No está bien visto odiar a los hijos -se decía a sí mismo - pero ese enano es un imbécil de campeonato.


Un día, mi tía Araceli recibió una carta notificándole el fallecimiento de su padre.

Mi abuelo paterno y mi tía Araceli hacía muchos años que habían dejado de hablarse; Mi abuelo era coronel del ejército, muy chapado a la antigua y muy cabezón, también un fascista redomado rayando a nazi.

Había ordenada en su testamento que no se le avisara de su muerte.

Al parecer quería mandar desde el más allá y castigar a su hija por quedarse embarazada de un artista pelagatos como mi tío Magnus.

Pues eso, que a mi padre, hermano de mi tía Araceli, le daba igual la herencia del coronel y cedió todos los derechos testamentarios a la tía Araceli.

Tampoco era tanto...


Un enorme piso en la calle Muntaner que había requisado en tiempos de guerra y que más tarde había comprado por cuatro chavos en una subasta con trampa. Los verdaderos dueños eran rojos que fueron fusilados en 1939. Amañaron la subasta y se lo quedó el coronel tan ricamente

Estas cosas eran habituales después de la guerra civil.

La tía Araceli tomó posesión del enorme piso y del dinero de mi abuelo, no era mucho pero suficiente para ir tirando sin agobios un par de años. También gestionó una paga como huérfana de un coronel con medallas, la obtuvo sin demasiados problemas

Mi tía Araceli presentó a su hijo a la familia de Barcelona y las heridas cicatrizaron enseguida.

Cosas de la sangre, se ve...

Alternaba sus estancias entre Barcelona y el Vendrell, pero cada vez permanecía más tiempo en Barcelona que en la casa del tío Magnus

La tía Araceli era de ciudad, siempre había odiado permanecer en el pueblo, la gente de pueblo siempre la había tratado como una forastera.

Cuando terminó de organizar el piso – un segundo con ascensor y portero gallego incluido – llenó la habitación de mi primo el imbécil de juguetes y caprichos que ahora se podía permitir.

Poco a poco recuperó sus antiguas amistades. Consiguió un piano de media cola a buen precio que colocó en medio del salón, al tiempo que fue llenando los armarios de vestidos nuevos...

Las estancias en Barcelona cada vez duraban más…


-Deberíamos volver a vivir en Barcelona – le dijo a su marido -Tendrías sitio de sobra para montar tu estudio en el piso...

-No, contestó tío Magnus, se está muy bien aquí, es más sano, y no me falta el trabajo.

-El niño necesita ir a buenos colegios, ya lo he matriculado en la Salle, solo pagaremos la mitad, a los familiares de militares, nos rebajan la mitad de la cuota de pago.-No quiero que mi hijo se mezcle con esa gente de pueblo...-Además ya tengo contratadas clases de alumnos avanzados de piano, no soporto dar clases a esos hijos de payeses, con esa educación, con esas manazas...


-Ve tú-dijo el tío Magnus- yo vendré de cuando en cuando, ya he echado raíces aquí, estoy bien, lo importante es ser feliz, como tú dices...

-Pero en Barcelona -insistió- podrías reiniciar tu carrera artística, tengo muchos contactos, he recuperado muchas amistades que están muy bien situadas ahora-imagina Llorenç, exposiciones con gente importante, gente con dinero, en buenas salas...


Al fin, después de mucho discutir, acordaron que Araceli viviría en Barcelona en su pisazo con el niño imbécil y tío Magnus seguiría en el Vendrell continuando su trabajo de restaurador de vírgenes y santos.

Araceli pasaría el mes de agosto en el Vendrell y el tío Magnus haría una exposición al año en salas de Barcelona.


Araceli empaquetó sus cosas y el tío Magnus miró como se alejaba el furgón de la mudanza apoyado en el quicio de la puerta

Se olvidaron de darse un beso de despedida...





VERANO


Pues eso, que yo, cuando tenía quince años tenía problemas de asma, había tenido varios ataques serios que alarmaron mucho a mis padres y los corticoides todavía no se habían inventado.

El médico recomendó a mis padres mandarme una temporada cerca del mar

Estaba creciendo, era muy delgado entonces, cada vez que tenía anginas crecía unos centímetros y tenía un ataque de asma.

Mi padre pensó en mi tía Araceli y se acercó a la calle Muntaner para intentar un acuerdo para que yo pasara un verano en el Vendrell, la playa de san Salvador está muy cerca y tal vez...

Mi tía Araceli se desentendió del tema y le dijo a mi padre que fuera a ver al tío Magnus a ver si quería hacerse el cargo del tema.

Tía Araceli nunca más puso un pie en la casa del Vendrell, poco a poco se fue despegando de su marido y Magnus por su parte, nunca apareció por el piso de Barcelona.

Una separación silenciosa, de sobreentendidos, de ahí te quedas.


Una mañana mi padre y yo cogimos el tren y aparecimos en la casa de Magnus, la mañana era espléndida, luminosa. Las puertas estaban abiertas y nos adentramos sin preguntar en la casa hasta el piso de arriba.

El piso estaba hecho un desastre, un viejo piano cerrado, varias gallinas perseguidas por un gato en el comedor. Un sillón tapado por un hule para que los gatos no se mearan y pilas de libros por todas partes

Bajamos al estudio de mi tío por la escalera interior que daba al jardín, una verdadera selva de árboles y arbustos diversos, una enorme higuera que escalaba los muros de piedra.


Antes de entrar en el estudio escuchamos un disparo de escopeta que nos alarmó mucho

-¡Virgen santa! Exclamó mi padre al tiempo que nos precipitábamos al interior del estudio.


Nos tranquilizamos mucho cuando al entrar sorprendimos al tío Magnus con una escopeta de caza humeante entre las manos.

El muy cabrón había cargado un cartucho con sal gorda y la había disparado a un tocador con pretensiones isabelinas para imitar la carcoma, como más tarde nos explicó.

Mi padre y el tío Magnus se querían mucho y se abrazaron efusivamente

-¡Qué gusto verte, cuñado!- Dijo mi padre

-Nunca me casé con tu hermana, respondió socarrón

- ¡Vete a la mierda, cabronazo, eres mi cuñado! Dijo mi padre riendo a carcajadas


Nos presentó, apenas le recordaba, somos una familia distante, era muy pequeño y apenas me acordaba.

Mientras los cuñados conversaban animadamente, yo me fui de excursión por el desastre de casa.

Varios gatos comenzaron a restregarse en mis piernas en busca de comida.

Abrí la nevera y encontré un poco de jamón cocido y se lo fui dando a pequeños bocaditos poniéndoselo en la boca.

Una preciosa gata gris me acompañó a ver sus crías casi destetadas – más tarde supe que se llamaba princesa por su andar regio -

Tres pares de ojos azules de cachorros de gato me miraron tiernamente suplicando bocaditos de jamón. Enseguida cogieron confianza y treparon por mis pantalones.


Cuando mi padre y mi tío Magnus terminaron de ponerse al día mutuamente mi padre le expuso el problema de mi respiración y la pretensión de que me quedara todo el verano en el Vendrell.

-Míralo, - dijo mi padre – tiene el pecho hundido, si el asma persiste se hará crónica, el especialista me ha dicho que a veces, el desarrollo de la pubertad cura el asma, si está en un buen ambiente.

-La brisa de mar los mejora mucho...

-No sé cómo se cuidan los niños, la verdad... - Dijo mi tío rascándose los rizos de la cabeza -

-Ya no es un niño, dijo mi padre, se la casca más que un mono...

Los dos estallaron en una carcajada

-Bueno, si se la casca ya no es un niño, podemos probar...

Se pusieron de acuerdo

Había traído una bolsa con ropa que me preparó mi madre, mi padre dijo que el próximo domingo volvería con más cosas

-Podrías limpiar un poco el piso, si quieres puedo darte dinero para que venga una señora a poner un poco de orden, si su madre viene el domingo y ve esta casa bohemia se va a horrorizar.

-Ya nos apañaremos, dijo mi tío avergonzado, desde que se fue Araceli esto está un poco...


Nunca había estado fuera de casa a causa del asma, una vez fui a un campamento de verano con el colegio y nunca supieron si fue por el polvo o por el polen del campo pero tuvieron que devolverme a casa en una ambulancia.

Noté que en la casa del tío Magnus se respiraba muy bien y se me pasaron todos los miedos de golpe.

Acompañamos a mi padre a la estación del tren, no sé si fue por lo bien que respiraba pero me sentía muy seguro de mí mismo, estaba muy bien en ese pueblo con mi tío.

Anochecía de regreso a casa y mi tío me dijo que la nevera estaba vacía, que íbamos a cenar a una fonda cercana que cocinaban muy bien.

Comimos una excelente sopa de calabaza y una salchicha de esas de pueblo que llaman butifarra.

La dueña de la fonda se mostró muy amable con los dos.

Cuando terminamos de cenar, mi tío se retiró con la dueña en la cocina

Se ve que Magnus y Virtudes, así se llamaba la dueña de la fonda, una mujer llenita con colores en la cara y muy dispuesta, se movía como una bailarina entre las mesas de comensales, se conocían muy bien.

Más tarde, me enteré que los dos estaban liados en las cosas de follar, ella era viuda y Magnus con la mujer ausente...

Me costó dormirme, me sentía raro en esa casa desastre.

A media noche, apareció la gata princesa ronroneando para instalarse en mis pies, al rato aparecieron los tres gatitos que se agruparon en mi barriga. Poco a poco me dormí sin soñar con nada.


Mi tío Magnus me despertó a las diez de la mañana

-Veo que ya os habéis hecho amigos-dijo jovial.

Venía del gallinero con cuatro huevos en la mano y una barra de pan bajo el brazo.

La cocina estaba más despejada que el día anterior, por lo menos, la sartén estaba limpia.

Mi tío puso a calentar un poco de aceite, muy poco, y yo le dije que esa no eran maneras de freír huevos.

Tomé el mando de la cocina y puse una abundante cantidad de aceite en la sartén y freí los huevos tal y como mi madre me había enseñado, con puntillas, sal y pimienta...


-Aceite muy caliente y bañar por encima los huevos, así es como se hace – le dije -

Se quedó maravillado por mi habilidad en la cocina

Mi madre, era una excelente cocinera, desde que tenía edad para no quemarme me había enseñado a cocinar, a mí me encantaba hacer comida sana y bien cocinada.

Tosté un poco de pan y le restregué un poco de ajo, le puse tomate aceite y sal en abundancia.


-Creo que nos llevaremos muy bien tu y yo-dijo mientras comía los deliciosos huevos fritos.

Luego hice café y él le puso un poco de ron


-Bueno, estaré en el estudio, tengo que trabajar en ese tocador isabelino, dijo guiñándome un ojo.Tú búscate la vida y ve adaptándote al terreno, estás en tu casa.


Mi tío Magnus no solo restauraba cuadros entonces, también se lió a restaurar muebles antiguos sin mucho valor, los envejecía y les pintaba preciosas policromías para que parecieran auténticos, pequeñas trampas para los turistas con pasta gansa.


-Bueno- dije yo- ordenaré un poco y le daré de comer a las gallinas y a los gatos.


Me indicó donde estaban las cosas y los dos nos pusimos a llenar el día de trabajo

Nunca más he respirado tan bien como en el verano que estuve con Magnus...

Siempre he tenido la extraña teoría de que la respiración y la felicidad tienen mucho que ver.

Puse todos los libros apilados en las estanterías colocándolos en un relativo orden, reordené el comedor y lo limpié a fondo, más tarde la cocina, que me dio bastante trabajo

Estaba terminando esas tareas cuando apareció Virtudes con dos juegos de sábanas bajo el brazo.


-Tu tío es muy buena persona pero un poco desastre...


Nos hizo la cama a los dos, me hizo un montón de preguntas, cuando termino el interrogatorio y supo que era discreto y de confianza – dijo que lo sabía por el tono de mi voz – me guiñó el ojo y me dijo:


-Yo vengo mucho por aquí, tu tío y yo somos muy amigos... Mucho...

-Claro, dije con sonrisa cómplice

Me adapté enseguida, ya era el puto amo de la casa, me encantaba ser independiente y hacer lo que quería.

Gallinas, gatos, un jardín por cuidar, un tipo que necesitaba un cuidador para que pudiera concentrarse en su trabajo


Cuando el domingo vinieron mis padres con mis cosas, me encontraron cavando en el jardín que ya tenía medio desbrozado, pensando en plantar unos rosales.

Cuando quité las malas hierbas descubrí una preciosa planta de lavanda azul, que una vez desbrozada lucía con todo su esplendor. También acoté con piedras de río una preciosa buganvilia de color naranja.

Mi madre, muy preocupada, le preguntó al tío Magnus si había tenido algún ataque de asma, eso no la dejaba dormir.


-Pregúntale a él- sabe cuidarse solo-.Dijo mi tío


Yo había aprendido a controlar el asma desde los once años, ya no me asustaba si tenía dificultades para respirar. Me daba golpes rítmicamente en el pecho, a la altura de los bronquios y abría la ventana buscando aire limpio. Procuraba tranquilizarme, descubrí que los ataques de asma estaban muy relacionados con los nervios


Los hijos sobreprotegidos tienen que espabilarse, si son hijos únicos como yo, aún más

Cuando tenía ataques de asma, disimulaba, no quería preocupar a mis padres, me estaba convirtiendo en un consumado actor.

Mi madre se quedó horrorizada cuando me sorprendió cavando en el jardín todo sucio de barro.

Ella ha creído de toda la vida que los que padecen asma no pueden hacer trabajos físicos.

Nunca se enteró que en el colegio jugaba al fútbol y hacía gimnasia; había avisado a los profesores de que no me convenía hacer esfuerzos.

Mi madre era bastante agobiante y muy pesada con esas cosas, siempre vigilante, siempre controlando mis movimientos. Pero yo la quería con locura

Me había regalado su pelo rubio y sus ojos azules, también su sentido del humor

Además, mi madre era muy guapa.

Las personas mayores piensan que los adolescentes somos idiotas, a veces es bueno que lo crean...

Se resisten a creer que gracias a los adolescentes y su rebeldía, el mundo cambia y progresa.

Tío Magnus nos llevó a la playa de Comarruga, está cerca y en verano hay una línea de autobuses cada hora.

Hay un balneario precioso y un embalse en forma de piscina de agua termal, cuando sobra agua se forma un riachuelo que va a parar al mar.

Cerca del balneario había un chiringuito que hacían paellas y allí nos instalamos los cuatro con hambre

La playa de Comarruga en los años cincuenta era una playa maravillosa sin apenas edificios a la vista, cerca había una zona pantanosa donde anidaban aves de paso, el paisaje tenía un aspecto salvaje y solitario.

Antes de comer, paseamos un rato alrededor de la preciosa piscina de agua de manantial.

Los bañistas se agolpaban a lo largo del riachuelo que salía de la cueva del manantial, los niños chapoteaban sin peligro y los mayores se quitaban la sal del cuerpo después del baño.

Mi padre se había traído la máquina de hacer fotos, una Leika alemana muy buena, estaba muy tonto con esa máquina de fotos, si alguien la tocaba en casa se ponía de los nervios.

Mi madre y yo nos bañamos en la playa de aguas poco profundas de la extensa playa.

Más fotos... A mi padre le encantaba hacernos fotos, a mi madre más...

Una vez enredando en los cajones del despacho de mi padre, encontré fotos de mi madre desnuda y me puse muy rojo, nunca le dije nada a nadie pero mi padre lo notó y puso llave a los cajones del escritorio.

Mi madre era preciosa, vestida y desnuda, apenas sabía escribir pero era muy lista, tenía una inteligencia natural que siempre nos sorprendía a mi padre y a mí.

Cuando salimos del mar, mi madre me preguntó muy seria si me encontraba bien, si respiraba bien

Yo le contesté que nunca en mi vida había respirado tan bien. A mi madre se le humedecieron los ojos y me dijo que me echaba mucho de menos

-Solo serán unos meses, mamá, me pondré bien, todo irá mejor, y le di un beso.

Yo es que no soy mucho de besos, y mi madre apreció mucho ese beso.


Comimos una deliciosa paella – nada que ver con la que hace mi madre – mi madre era valenciana de la ribera y allí entienden de paellas

Bebieron vino del Penedés, casi dos botellas

Se soltaron las lenguas...

Mi tío Magnus y mi madre eran muy cómplices, se entendían con la mirada y la sonrisa, se aliaban con sus coñas contra mi padre, eso sí, en broma

Pasearon por la playa, mi madre descalza y arremangada del brazo de los dos.

Es que mi madre tenía un puntito salvaje que me encantaba.

Mi tío con la lengua de paseo, muy suelta le dijo a mi padre...

-Qué suerte has tenido al casarte con esta...

-Sí,-dijo mi padre con la sonrisa de los domingos- me la trajo mi perro

Los tres rieron de buena gana, a carcajadas

Pues eso, que resulta que mi padre cuando era soltero tenía un precioso perro alsaciano, de esos que llaman pastor alemán; se lo trajo su amigo Karl Fhundembreg – ese nombre me fascinaba – el hijo de un notario alemán que ejercía en Barcelona, mi padre entonces estaba empleado en hacienda.

Cuando era muy joven, mi abuelo obligó a mi padre a ingresar en la academia militar de Zaragoza, era lo normal, si tu padre es militar tú sigues la saga.

Pues eso, que cuando salió con las estrellas de teniente recién pegadas en las hombreras, lo mandaron a Marruecos.

Aunque era del arma de intendencia la cosa no dejaba de ser peligrosa.

En una refriega con los moros del Riff le pegaron un tiro en la pierna, nada serio, la bala le atravesó un muslo de la pierna y él se la curó con arcilla y orines como le enseñó un amigo moro.

Pronto entendió que eso de pegar tiros no era lo suyo.

Mi abuelo, el coronel, dejó de hablarle cuando mi padre se puso a estudiar administración pública.


Un día que había salido a pasear con su perro – el perro se llamaba Dick, a mi padre le gustaban mucho las novelas americanas y le puso ese nombre en honor a Dick Turpin -

En fin, que el perro se llamaba Dick

Mi padre siempre lo llevaba suelto, entonces casi nadie ataba a los perros cuando salían de paseo, ni te convertían en un recogedor de mierdas.

Dick, era un perro extraordinario, mi madre me contaba que a veces mi padre se iba al cine y el perro lo encontraba sin dudar, se colaba en el cine y lo encontraba enseguida entre la gente, el acomodador ya se había acostumbrado y lo dejaba pasar.

Una vez le impidió el paso y Dick le enseñó sus dientes amenazantes.

Pues eso, que mi padre paseaba por las Ramblas de Barcelona y de pronto el perro echó a correr en línea recta y se puso al lado de mi madre.

A mi madre le encantaban los perros y lo estuvo acariciando un rato.

Entonces mi padre tenía 26 años y mi madre apenas 15 años.

Así se conocieron, cuando mi madre le dijo a mi padre su edad, ya se habían besado y tocado en muchos portales y en el cine...


-No le dije mi edad para que no se asustara – dijo entre risas -

- ¡Además el perro me gustaba mucho!

Mi madre estaba muy enamorada de mi padre pero siempre le decía esas cosas para reír un rato y coquetear con él.

La familia de mi madre, eran anarquistas de esos de Bakunin, muy convencidos, de esos de ni Dios, ni estado ni patrón.

Eran muy consecuentes, apenas comían carne, estudiaban esperanto y eran partidarios del amor libre.

Mi madre, tenía dos hermanos mayores muy morenos, de pelo azabache; mis abuelos también eran muy morenos.

Sus hermanos la llamaban princesita rusa, inventaban historias de rescates de la familia real rusa, diciendo que era nieta de los zares.

Es que su pelo rubio y sus ojos de zafiro claro se prestaban para esas cosas.


Cuando mi padre se presentó a la familia de mi madre para formalizar relaciones, la familia de mi madre le recibió a carcajadas.

Mi padre se quedó muy extrañado por la actitud tan liberal de la familia de mi madre y no supo que decir, estaba muy preocupado por la edad de mi madre.


-Si os queréis – dijo mi abuelo materno- podéis hacer lo que os venga en gana, el amor debe de ser libre, si queréis vivir juntos no necesitáis permiso de nadie... Eso sí, si tratas mal a la princesita, mis hijos y yo mismo te romperemos las piernas...


A mi madre le dio por reír por la extraña petición de mano que contagió su risa a todos.

Mi abuelo materno era valenciano como el resto de la familia, venían a trabajar por temporadas en los huertos del Prat de Llobregat y al final se quedaron en Barcelona para apoyar a mi tío Salvador que era un boxeador muy bueno.

Gran pegador y resistente fajador, casi un profesional.


A mi padre lo trasladaron a Manresa, le ofrecieron una plaza de recaudador de impuestos y se fueron a vivir a Avinyó, un pueblo cercano, también alquilaron una casa en Mura para pasar el verano.

Mi madre era feliz con su marido de traje y corbata permanentes y su precioso perro

Por eso se reían tanto con la historia de que a mi madre la había encontrado un perro.

Fue una deliciosa tarde de playa, mis padres se quedaron muy tranquilos dejándome al cuidado de mi tío todo el verano.


Gracias a Virtudes, enseguida me adapté al ambiente del pueblo, y conocí a muchos chicos de mi edad; mi mejor amigo era un chico que trabajaba en una pastelería del pueblo.

Una pastelería con muchos trabajadores, a veces iba a buscarlo a la salida del trabajo y nos acercábamos a ver los entrenamientos de los castellers en el campo.

Le esperaba en la puerta de atrás del obrador, a veces entraba, era fascinante ver el horno, las mesas, los sacos de harina apilados.

En ese tiempo, los aprendices trabajaban por las tardes, los oficiales y los ayudantes madrugaban mucho y solo trabajaban por las mañanas.

Siempre le encontraba limpiando latas y peroles, solía ayudarlo un poco para que terminara antes.

Una vez nos sorprendió el dueño, casi un anciano que dirigía todo en el obrador, un maestro pastelero de categoría.

Nunca en mi vida conocí a una persona más bondadosa...


- ¿Qué haces tú aquí? No recuerdo haber contratado otro aprendiz – dijo sonriendo -

-Ayudo un poco a Carlos para que termine antes y podamos llegar a tiempo de ver como entrenan los de los castells...

-Eso es de buenos amigos, puedes venir cuando quieras-¿Eres el chico que pasa el verano con el pintor?

- Sí, es mi tío, contesté mientras terminaba de rascar una lata.

-Un artista, dijo con admiración


A veces yo pasaba por delante de la tienda de la plaza de los garrofers, toda la plaza olía a pasteles recién hechos y me quedaba maravillado por la variedad de cosas que se pueden hacer con azúcar, harina, mantequilla y huevos.

El señor Solé, el dueño de la pastelería, se sentaba en una mesa un poco elevada del suelo y desde allí dirigía todo el trabajo como un director de orquesta.

Siempre lo hacía con amabilidad, con precisión, me fascinaba verlo desde la puerta del obrador.



Casi cada día bajaba al estudio del tío Magnus para aprender, me encantaba ver como trabajaba


-Trabajo como un robot- me decía sin levantar la cabeza de su labor-Cuando le pillas el rollo, a eso de restaurar te sale automático...Solo hay que seguir las normas.


Poco a poco fue dejándome ayudarlo: Me enseñó a enmasillar, a lijar, a mezclar colores y a coger los pinceles

-Control y precisión-decía constantemente- Es un oficio,-murmuraba-, nada que ver con el arte, solo es reparar daños e imitar colores, igual que un planchista de carrocerías de coches.

-¿Te gusta dibujar?- Me preguntó una tarde.


Yo estaba lijando un mueble de pretendido art-decó, me estaba dejando las uñas en el puto papel de lija. Sonriente, mi tío buscó un caballete y puso una madera con unas hojas de papel grandes como nunca había visto

- Auténtico papel de la casa Guarro, es el mejor papel para dibujar; me puso un carboncillo en la mano y me dijo:

- Dibuja, a ver de lo que eres capaz...

Yo sabía algo de dibujo, siempre me había gustado.

- ¿Qué dibujo? - Pregunté...

-Lo que quieras, al natural, algo que te guste de lo que ves...


Había puesto una música de Malher que me envolvió en una atmósfera especial, parecía que se había parado el tiempo, el sol se filtraba entre los cristales sucios de la ventana y ponía en el ambiente una claridad lechosa que sugería calma.

Tío Magnus se había dado cuenta de eso y me dijo:

- Es una tarde genial para hacer arte...


Escogí una maceta de lavanda que reposaba en el alfeizar de la ventana, formaba conjunto con la ventana oxidada, se respiraba melancolía.

Era como estar triste pero a la vez saboreaba un gusto agridulce, como si me gustara estar triste.

Nunca había experimentado ese sentimiento tan especial.

Mi tío me miraba de reojo de cuando en cuando; me corrigió un par de veces mejorando mis fallos de perspectiva.


_-Deja la mano suelta, me decía, no te envares...Las sombras no son para disimular fallos, sirven para dar profundidad y volumen.


Cuando terminé el dibujo que a mí me pareció genial, tío Magnus solo dijo:

-No está mal...-Creo que tengo un estuche de acuarelas por algún lado...

Buscó entre los cajones y se acercó a mí con una caja en las manos, trajo un vaso de agua y unos cuantos pinceles limpios, casi nuevos.

Nunca había pintado con acuarelas, solo con lápices de colores en el colegio

Estuvo un rato explicándome los rudimentos de la pintura al agua y me dejó solo.


Algunas tardes, mi tío Magnus salía a tomarse una cerveza, con Virtudes y a visitar la otra orilla de sus caderas.

La semana anterior a las fiestas de San Juan apenas había visto a mi amigo Carlos, el aprendiz de pastelero.

Había pasado varias veces por el obrador que bullía de actividad

Las cocas de san Juan son las reinas de todas las verbenas

Me quedé maravillado con la facilidad que elaboraban las cocas; parecían mosaicos hechos con fruta y rematados con piñones y azúcar.

Habían montado una cadena de elaboración

Jordi, el oficial amasaba el briox amarillo color huevo, Pere las estiraba en forma de óvalo y las colocaba en latas y las colocaba en armarios para que fermentaran.

Una chica de la tienda, aprendiza de dependienta las pintaba con huevo batido.

Margarita, así se llamaba la chica de la tienda, y mi amigo Carlos eran medio novios, trabajaban frente a frente y se miraban tiernamente de cuando en cuando.

A veces la cadena de trabajo se enlentecía, poner fruta no es lo mismo que estirar masa o pintar

Sus compañeros se reían diciéndole que no mirara tanto a su chica y que corriera más, los dos se ponían muy colorados...

El señor Solé, me tiró un delantal desde su mesa elevada invitándome a ayudar

Pillé el delantal al vuelo y me puse a decorar con fruta al lado de Carlos.

Melón teñido de verde, naranja a discos, pera cortada a cuartos, cerezas para formar un dibujo establecido


-¡Apriétalos! -decía Carlos – que si no lo haces cuando fermentan se caen y el del horno nos reñirá.


Al principio, yo colocaba la fruta lentamente, con cuidado, pero al poco rato mis manos corrían como las de Carlos.

-¡Ahora si corre esto! - Dijo Jordi que ya me trataba como a uno más -

- ¡Y eso que ahora los dos miran a la chica!

Reímos mucho, incluso el señor Solé se partía de risa en su mesa

Los tres nos pusimos muy colorados, claro que la mirábamos, Margarita era muy guapa.


Trabajé toda la semana ayudando a hacer cocas, el trabajo era duro pero a mí me fascinaba

Ya se me había olvidado el asma, poco a poco notaba que mi pecho ya no estaba hundido, eso me acomplejaba mucho.

-¡Mi madre va a flipar! - Pensé una mañana mirándome al espejo .


En la plaza del pueblo, la noche de san Juan, se hacen hogueras, la gente apila leña y muebles viejos para quemar los malos rollos de todo el año, se tiran petardos y cohetes, se reparte vino y coca gratis.

Hay baile, este año viene una orquesta de categoría, las estrellas negras de Huesca...

-¿Vas a ir a bailar la noche de san Juan? - Dijo mi amigo Carlos -

-Nunca he bailado... Respondí azorado, además no se con quién, no conozco a ninguna chica que me perdone los pisotones...


Solo había bailado con mi madre, ella decía que si no aprendía a bailar, nunca tendría novia.

Mi madre si bailaba bien, daba gusto verla bailar el tango con mi padre en el comedor

Tenía una colección de discos de esos que llaman de piedra, con el dibujo de un perro delante de un gramófono, creo que la marca era la voz de su amo.

Mi padre había comprado en una subasta un tocadiscos americano de la marca Philips que sonaba de maravilla.

Mis padres conocían a Carlos Gardel, cuando cantaba con el trío Irusta, Fugassot y Demare. De hecho, mi padre se peinaba como Carlos Gardel, con el pelo aplastado y un poco de brillantina.

Era alto, un palmo más que mi madre, tenía el semblante serio pero era todo corazón, no le gustaba que se le notara su bondad.

Detrás del aspecto de antiguo militar había un tipo tierno y bondadoso.

Mi madre sí lo sabía, sacaba lo mejor de él con una sonrisa o haciéndose la enfadada.


Me duché a conciencia, era mi primera noche de baile y olía a anís de las cocas, me puse la mejor ropa que me habían traído de casa y me peiné a conciencia.

Mi tío, me repasó antes de irme a la verbena, me despeinó un poco y arremangó las mangas de mi camisa blanca.

- No vayan a pensar que eres un señorito de ciudad - Dijo con el dedo índice en alto -


El señor Solé me había dado una coca buenísima y quinientas pesetas, tuvo que insistir, le dije que no era trabajo lo que había hecho esa semana, que había sido muy divertido para mí hacer cocas.


Cuando llegué a la plaza mayor, la orquesta ya estaba haciendo las pruebas de sonido.

Los músicos vestían americanas rojas salpicadas de purpurina, todos de uniforme, más de quince músicos con sus instrumentos brillantes.

Una preciosa vocalista con vestido rojo y guantes blancos hasta los codos al estilo Gilda

También había un cantante masculino muy bueno, vestía un esmoquin blanco para distinguirse de los demás músicos.

Carlos apareció del brazo de dos chicas, Margarita y una amiga que me habían buscado para hacer parejitas.

Apenas Carlos y Margarita me habían presentado a Rosa, así se llamaba la amiga de Margarita, la orquesta comenzó a tocar un precioso bolero.

Carlos y su media novia desaparecieron enseguida entre las parejas que comenzaron a bailar.

Rosa y yo nos quedamos frente a frente sin saber que decirnos.

- ¿Bailamos, Rosa...?

-Claro, dijo ella poniéndose colorada

-Bailo muy mal, dije yo...

-Yo te llevo, nadie lo va a notar

-¿Vas mucho a bailar? -Pregunté -

-En casa con las amigas, dijo ella, es la primera vez que bailo con un chico.

Rosa tenía catorce años, pero aparentaba algo más, una chica de pueblo con tetas de relleno

...Y una cabellera morena muy larga

-Yo tampoco he bailado nunca con una chica...

-Tú eres de ciudad, estáis más espabilados...

-He cumplido quince años hace un mes - reí- no dejan entrar en los bailes a los menores.


Bailamos todos los bailes con las manos sudadas

Ella bajaba la mirada cuando la miraba a los ojos, mi padre siempre me decía que hay que mirar a los ojos de las personas, los ojos hablan.

Cuando relevaron a la vocalista y salió el cantante a escena, comenzó a cantar canciones lentas de moda y Rosa dejó que me acercara más. Puso las manos sobre mis hombros y a veces me rozaba el cuello con los dedos y sonreía

Yo respiré un par de veces en su oreja - tenía unas orejas preciosas de esas pequeñitas y pegadas

-Me gustan tus orejas,-se me ocurrió decirle,-son preciosas...

Ella se acercó un poco más, sus pechos me rozaron un poco

-Mi madre dice que si no tienes las orejas bonitas no te casas...

-Tú te casarás, seguro...

Los dos nos reímos mucho

-Es que si tienes las orejas de Dumbo tienes que dejarte el pelo para disimular -Tú las puedes lucir...

-Me gusta dejarme el pelo largo, cuesta peinarse pero a mí me gusta...


Ya hablábamos mirándonos a los ojos francamente, ocurrió sin darnos apenas cuenta, era como si un hilo rojo de confianza se hubiera conectado entre los dos.

Hablamos de todo, me contó que una vez había viajado a Barcelona y otra a Montserrat a ver a la virgen negra y a escuchar la escolanía.

Habíamos bebido vino y nos reímos mucho cuando Margarita se empeñó que Carlos comiera coca de San Juan

Él se negó poniéndose los dedos en la boca como si fuera a vomitar, y Margarita le estampó un trozo de coca en la cara.

-¡Trae mala suerte no comer coca en san Juan! Le gritó Margarita

-¡Te daré un beso que tendrá sabor a anís!

Ella se rió y se puso muy roja, todo el mundo lo había oído

-¡Darte el primer beso en la noche de san Juan sí que me dará suerte!

Siguieron bailando entre risas

Cuando terminó el baile nos fuimos a casa sin ganas, lentamente, Carlos vomitó en una esquina, había bebido demasiado vino gratis...

-¡Ya te dije que comieras coca, no se bebe con el estómago vacío! - le riñó Margarita-


Margarita y Rosa vivían muy cerca, eran vecinas de toda la vida

Cuando pasamos por el portal de Margarita, vi a Carlos y a su chica dándose un beso...

No sé a lo que sabría ese beso, pensé que nunca se debe besar a una chica estando borracho.


El portal de Rosa estaba empedrado, era como una especie de túnel oscuro; su padre trabajaba en el campo y tenía un par de mulas en la planta baja de la casa.

Le cogí las manos y ella se dejó besar

-Sé que te irás cuando acabe el verano y te olvidaras de mí . Me dijo muy seria-

-Pero me gustas mucho, mucho, mucho, mucho-repitió.

Yo no supe que decir...

La luz de las ventanas de la habitación de sus padres se encendió y Rosa se fue corriendo y entró en su casa.

La imagen de Rosa corriendo con su cabellera flotando en el aire me emocionó.


Ayudé a Carlos que estaba totalmente borracho y eufórico, y lo acompañé al portal de su casa.

Cuando llegué a casa, me tumbé en la cama vestido, no podía dormir

El beso de Rosa, me quemaba en los labios

Sentía una mezcla diabólica de placer y dolor.

Nunca me había sentido así.

Al rato, me levanté a vomitar todo lo que había comido y bebido en esa noche

Maldije el asqueroso vómito que se llevaba el beso de Rosa.


Por la mañana bebí mucha agua y vi sonrisas de mi tío Magnus, me encontraba muy mal.

Bajé al estudio y comencé a pintar el cuadro de la maceta de lavanda azul

Pinté un fondo verde claro, y todo lo demás con tonos desapropiados, irreales...

Mi tío me miraba de soslayo moviendo la cabeza.

De pronto comenzó a hablar, no me lo decía a mí, era como un discurso para nadie

Tenía los párpados entornados, solo una fina línea mostraba su iris brillante


La pintura, como todas las artes, es un espectáculo que hace tu alma para mostrar cosas de dentro,

cosas que no se pueden expresar hablando, diciéndolas...

Cada pincelada de tu cuadro está hablando, cuenta lo que te pasó anoche, tus alegrías, tus penas tus inseguridades.

Cuenta lo que estás sintiendo, eso que no sabes contar con palabras ni puta falta que te hace, lo cuenta sin control, sin vergüenza, por eso engancha tanto eso de hacer arte...


Antes de que acabara su discurso, apareció Carlos en la puerta del estudio ya más recuperado

-¡Tengo dos días de fiesta, “nano”!

-Esta tarde vamos a merendar a la playa, el señor Solé nos lleva y nos trae con su coche y paga todo...

Se acercó a mí y me dijo flojito al oído: Rosa viene con Margarita...

-¿Puedo ir? - le pregunté a mi tío -

- ¡Debes ir! - Contestó socarrón -

Solo hay unos cuantos kilómetros del Vendrell a la playa de san Salvador, hacerlos a pie o en autobús está bien pero en la furgoneta del señor Solé es mucho mejor.


A veces, después de alguna “diada” el dueño de la pastelería reunía a sus empleados y organizaba una merienda en la playa, a veces una comida.

Las chicas habían pedido permiso a sus padres, salimos todos muy contentos en la furgoneta atestada de amigos.


Los “castellers” estaban entrenando en la playa y les ayudamos un rato haciendo de “aguantacames”, se trata de hacer una piña en la base del castillo mientras los segundos, los terceros y los “acotxadors” subían como ardillas unos encima de otros, descalzos, ágiles

El “cap de colla” les gritaba animándoles y corrigiendo posturas.

_ ¡Vinga, valents!- Gritaba como un poseso, como si le fuera la vida en ello.


El señor Solé había sido casteller en su juventud y me explicó muchas cosas sobre ese deporte tan de la tierra.

Me contó anécdotas sobre la rivalidad que tenían las “collas” de los “nens del Vendrell” los “xiquets de Valls “y los “burdegassos!! de Vilanova.

La historia de la “colla nova de Valls” y la “colla vella”


Carlos, Margarita Rosa y yo jugamos en el agua como críos que éramos, entre los tres me metieron en el agua pillándome de sorpresa, Carlos por las axilas y las chicas por los pies.

La playa de san Salvador es poco profunda, hay que adentrarse muchos metros para que cubra,

Rosa no sabía nadar muy bien y yo intenté enseñarla un poco, Carlos era muy buen nadador y presumía de saber nadar de espaldas.

Ver a Rosa en bañador, me causó una agradable impresión; ver casi desnuda a la chica que has besado la noche anterior es como un premio que te da la vida.

La llevé un poco dentro del mar, el agua nos llegaba al cuello

Antes de que le cubriera el agua, Rosa me dijo que sus pechos todavía no le habían crecido mucho

Le daba vergüenza que la viera en bañador, pensaba que me había dado cuenta del relleno de sus pechos.

Me dijo que pronto tendría más pecho, por qué su madre y su hermana mayor lo tenían grande y bonito, estaba muy preocupada con eso...

-Pues a mí me gustas mucho así. Tal como eres... Me gustas mucho, mucho, mucho...

Le dije repitiendo lo que me había dicho en su portal la noche se san Juan

Cuando el agua nos llegó casi al cuello, ella tomó mi mano y la puso sobre su pecho al tiempo que me miraba a los ojos.

-¿Ves? Toca, son pequeños...

Fue como tocar el cielo, nunca le había tocado los pechos a una chica...

Nos agachamos un poco y le di un beso bajo el agua, esta vez muy pegado, como los de las películas

Nunca en mi vida he respirado tan bien, nunca en mi vida he sido tan feliz, como en ese verano en casa de mi tío Magnus.

Aprendí a pintar y a dibujar, aprendí a besar a Rosa...

No hay mejor sentimiento en la vida que sentirse amado...

A los quince años, se sueña más que se piensa, cuando iba a ver a Rosa, se instalaba un temblor en mi estómago que no he sentido nunca jamás con esa intensidad,

Mirarla a los ojos es saber que ella se siente igual que tú. Tenía razón mi padre, los ojos hablan...

Cuando nos cruzábamos en las calles del pueblo, a ella se le iluminaba la cara, ella me decía que a mí también me pasaba lo mismo.

Creo que a eso se le llama ganas de vivir, la naturaleza hace eso con los seres humanos, para que la vida no sea insoportable. Amar es la lucha contra la nada...


Estaba pillado por el arte de la pintura y la restauración, apenas iba a la pastelería, tampoco era cuestión de ser pesado.

Me limitaba a esperar a Carlos a la salida del trabajo al caer la tarde e ir a ver los ensayos de los “castellers” en el descampado a las afueras del pueblo.

Luego paseábamos con “nuestras novias” por la orilla de la carretera bajo los grandes árboles- plátano, subiendo la escalera de los tocamientos, siempre por encima de la ropa.

Carlos siempre me contaba que Margarita le frenaba mucho y me preguntaba cómo me iba a mí con eso de tocar a Rosa.

-Nunca se habla de esas cosas – le dije muy serio – a las chicas, les gusta el sexo igual que a los chicos, pero ellas no pueden hacer lo que desean, solo hacen lo que deben hacer, si no les llaman putas...

-¡Qué raro eres! - me decía Carlos -

Siempre hablábamos de esas cosas de sexo cuando regresábamos a casa después de nuestros paseos -¿A ti tu padre te habla de esas cosas? -Le pregunté-

- ¡Claro que no! Esas cosas los hombres las aprenden solos...Además mi padre es muy serio...

-Pues a las chicas, sus madres si les hablan de “eso”

- Las asustan, si un chico va con muchas chicas, es un polla brava y todo el mundo le ríe las gracias pero si una chica hace lo mismo, es una putilla…

-Pareces un cura... -Me decía -

-Todo es pecado para ellas, tienen que esconder lo que sienten, hay que entender todo eso...


Pero también entendía, Carlos reconocía las cosas, era un poco bruto pero se acordaba como ponían de vuelta y media a las chicas en los cuchicheos del pueblo.

Eran los años cincuenta y la iglesia mandaba hasta dentro de las camas de las personas.

Mandaban en todo, en las entrepiernas de las chicas, en la largura de sus faldas; las chicas tenían que ir a la iglesia con mantilla y sin escotes aunque hiciera un calor del infierno.


Pero Rosa era especial... No era como las demás chicas...

Rosa era una brasa ardiente a pesar de sus catorce años, tenía esa naturaleza, le gustaba andar descalza por el filo de la navaja, sabía lo que se jugaba, se pegaba a mí como si quisiera fundirse conmigo.


Poco a poco fuimos subiendo los escalones del amor sexual, sabiendo que no debíamos subir hasta el último piso. Lo sabíamos los dos, no necesitábamos palabras.

-Me aprieta mucho, así se está mejor…

Se había soltado los corchetes del sostén mientras estábamos abrazados.

Estaba apoyada en nuestro árbol, siempre nos besábamos bajo el mismo árbol, un árbol de esos que están al borde de la carretera que hacen sombra y bolitas, un árbol muy grande, ni tres personas cogidas de la mano lo habrían abarcado.

Escogimos ese por si pasaba alguno de los pocos automóviles que había en el pueblo, así podíamos escondernos detrás sin ser vistos.

-¡Como alguien le diga a mi madre que tengo novio me encierra en casa para toda la vida!

Yo tenía mis manos en su cintura, debajo de la blusa ancha – se ponía ropa ancha durante nuestros encuentros para facilitarme las cosas-Subía mis manos por la espalda, despacito, -eso le encantaba-

Ella me acompañaba mis manos hasta sus pequeños pechos

-¿Te gusta más así? Me decía mirándome a los ojos con sonrisa de placer-Sé que te irás, te irás a la ciudad, pero nunca olvidaré este verano contigo, me decía en catalán -Sé que me dejarás y nunca nos volveremos a ver...

Yo solo atinaba a pronunciar su nombre, me producía un inmenso placer decir simplemente: Rosa...

Blusa y falda ancha, casi siempre blanca...


Alternaba mi tiempo ayudando a mi tío Magnus en el estudio, hacía pequeños trabajos de restauración, lijaba y pintaba zonas concretas de algunos muebles con la pintura que Magnus preparaba.

Aprendí muchas cosas sobre la acuarela, me encantaba ese tipo de pintura tenue, el color se desliza entre el agua, es como si el color tomara formas a su antojo, es como si una mano secreta hiciera formas sin que yo interviniera.

Mi tío a veces, corregía amablemente mis fallos técnicos.

-La acuarela es la pintura de los melancólicos, es muy delicada y no permite errores -decía-Con el óleo si se puede rectificar, la acuarela pinta sola...

A veces, yo miraba el cuadro de Juan de Espinal, el ángel justiciero, encargado de la represión de los ángeles rebeldes.

Magnus me había dicho que era un encargo que no corría prisa

-Pero si ya está restaurado, está perfecto – le decía extrañado-

Faltan algunos retoques, se limitaba a decir...

Otras veces me decía que hasta que no pagaran no lo entregaría…

Que lo retenía en prenda; siempre procuraba desviar la conversación con cosas así cuando hablábamos del cuadro del ángel.

AZUL ROBADO


Mi tío, a veces iba a Barcelona a comprar materiales para sus trabajos, una de esas veces, esperó que el viejo Cirius cerrara la tienda, esperó que se hiciera de noche y con una navaja arrancó un trozo de madera pintada con el azul extraordinario y se lo guardó en un bolsillo.

Cirius le contemplaba desde la ventana del piso de arriba sonriendo.


Había pegado el trozo de madera azul en la pared de su estudio y de cuando en cuando hacía pruebas de color para intentar imitar el color azul que le atormentaba.

-Alguna vez seré capaz de conseguir ese azul,- se decía...

Cuando le pregunté por el trozo pegado en la pared, Magnus me contó la historia de ese color fascinante.

Yo probé unas cuantas veces y no conseguí nada parecido, era como un reto

Colores antiguos, óleos modernos, tierras trituradas.

A veces parecía que lo lograba, pero al exponerlo a la luz se notaba la diferencia

Probé con acuarelas sin agua, pero tampoco logré gran cosa.

Los manuales sobre colores tampoco ayudaron mucho, el azul de Cirius era diferente

A veces se me antojaba que llevaba algo de rojo, tenía matices violetas.

Probé mezclar un azul marino con algo de púrpura y sombra de tierra de Sienna pero tampoco logré nada parecido

Magnus ya había probado con muchos colores, estaba obsesionado; había probado casi toda la gama de colores, degradando la escala de azules, oscureciendo, aclarando.

Azul cielo con un poco de gris, azul marino con un poco de amarillo, los verdes sacaban la patita si ponías amarillo en el azul.


-Es mentira que el cielo y el mar sean azules – le conté a Rosa – es solo una impresión óptica...

-Todo es mundo sabe que el cielo y el mar son azules – decía poniéndose el dedo en la sien-

¿Es que no lo ves?...

-Coge un poco de agua en las manos y verás que es transparente...

-Yo creo en lo que veo – dijo defendiéndose muy seria –


El verano avanzaba sin que apenas nos diéramos cuenta

Para nosotros era como vivir en un paraíso, en una burbuja azul donde nada importaba fuera de ella.

Esperaba con ansiedad las seis de la tarde, la hora del paseo con Rosa por la orilla de la carretera.

Mis padres no habían venido a verme esa semana, vendrían dentro de quince días para llevarme con ellos. El curso del instituto, comenzaba pronto...

Las clases comenzarían pronto, y yo tenía que volver a casa.

No quería ni pensarlo...


-Un gran tipo tu padre... -Me dijo el tío Magnus una tarde mientras hacía pruebas de color para restaurar una virgen de la iglesia del Arbós, un pueblo cercano

-Una preciosa pintura del siglo XlX en muy mal estado, escuela catalana de Barcelona – decía-

-¡Casi lo matan dos veces! -rió--Tu madre le salvó la vida dos veces...-¡Puta guerra!...


No dejó de trabajar mientras me contaba esa historia de mis padres que yo ignoraba, mis padres nunca hablaban de la guerra civil.

Cuando mis padres estaban recién casados, a mi padre le ascendieron y le destinaron a Manresa como recaudador de contribuciones.

Alquilaron una casa en Avinyó – un pueblo cercano- y se fueron a vivir ahí con su precioso perro

Cuando sucedió el golpe de estado de Franco, todo se revolucionó, los sindicatos asaltaron los cuarteles y pillaron las armas para repeler al fascismo.

Los mineros de Sallent, los de las minas de sal, entraron en Manresa y detuvieron a todos los cargos del gobierno sin distinción,

Todo el que olía a autoridad era sospechoso de fascista. Se ve, que un imbécil que pensaba que el recaudador se quedaba con el dinero de los impuestos, denunció a mi padre, pillaron a mi padre y lo metieron en una checa

Lo molieron a palos. Su pasado militar con padre coronel hizo que le condenaran a muerte

Le pusieron en la lista para fusilarles.

Cuando mi madre se enteró, no lo dudó, se fue a Barcelona a pedir ayuda a su hermano Salvador, que entonces estaba al frente de un grupo de la CNT

No tardaron en llegar a Manresa con un grupo de camaradas, y, pistola en mano lo sacaron de la checa librándolo de una muerte segura.

Cuando el gobierno de la República pudo organizar un ejército regular, no como el de estilo Pancho Villa que habían organizado Durruti y los sindicatos.

¡Primero la revolución! y si eso, ganaremos la guerra...Decían


Pues eso, que mi padre al ser ex- militar con experiencia, le colgaron las estrellas de comandante y lo pusieron al frente de la intendencia de la zona norte de Cataluña.

Mientras, mi madre permanecía en la casa de Avinyó, con su perro y tres monjas que había escondido en su casa.

Eran tres monjas gallegas que habían podido escapar de los saqueos de los conventos.

Mi madre no era creyente ni de lejos, pero sabía que los anarquistas tenían permiso para violar monjas, las obligó a quemar sus hábitos y fueron tirando con media camioneta de carne en lata que mi padre les había volcado en la carbonera.

Cuando mi padre entendió que la guerra estaba perdida por parte de la república, descargó las latas de carne en la carbonera y se marchó a Francia con otros refugiados

Atravesó no sin muchas dificultades la frontera y una vez en Francia lo internaron en un campo de refugiados cerca de Colliure

Comidos por los piojos y la miseria. El campo de concentración era lo peor


Los franceses dividían a los prisioneros en dos bandos, los Republicanos en una columna y los “de Franco” en otra.

Los metían en trenes borregueros y los entregaban a uno u otro bando según petición.

Mi padre sabía que la guerra estaba perdida y optó por el bando nacional

Lo internaron en un campo de concentración de Zaragoza pero alguien lo reconoció como oficial de la República, otra vez le condenaron a muerte

Cuando mi madre lo supo, ni corta ni perezosa se colgó en un tren atestado de gente y atravesó las líneas republicanas

Ya todo el ejército de la república se batía en retirada, había caído Barcelona. Y Madrid estaba a punto de caer.

Mi madre se puso en jarras delante de mi abuelo que ya era coronel y le gritó todo lo que pasaba

-¡Qué van a fusilar a tu hijo!!

Pues eso, que el coronel llamó a Zaragoza y no se sabe lo que le dijo al general de turno.

Hijo y nieto de militares y ex -combatiente en la guerra de Marruecos, creo que fue el principal argumento.

Con varias medallas al valor, es de los nuestros, se ve que le dijo.

Se ve que mi padre en sus tiempos de militar había sido asistente del general Martínez Anido implicado en el golpe de estado del general Mola

En Marruecos también llevaba el tanque del general Primo de Rivera...

Mi madre era la que contaba esas cosas, mi padre nunca contaba nada de la guerra

No quería acordarse cuando las tropas españolas bombardearon los pueblos del Riff con gas mostaza, ni de las violaciones sistemáticas, ni de la rapiña de los soldados

Odiaba la guerra y la violencia


Cuando terminó la guerra, mi padre regresó a casa con las estrellas de teniente en los hombros y muchos piojos.

A mi madre le habían bombardeado la casa y se le habían comido el perro los desesperados del hambre.

No la violaron las tropas moras, gracias a que las monjas se la llevaron al convento y la vistieron de monja.

Cuando mi padre vestido de uniforme de teniente abrazó a mi madre vestida de monja novicia, todo se puso muy raro...

Estaban tan delgados, tan sucios, habían acumulado tanto dolor en los tres años de guerra que se quedaron mudos. Se abrazaron y los dos lloraron mucho tiempo...


- Pues sí, un buen tipo tu padre – concluyó el tío Magnus mientras daba los últimos toques a la virgen de la “nosequé”


Ya era septiembre, la vendimia se había adelantado a causa del calor, el pueblo se había quedado vacío, todo el mundo estaba en el campo.

Una tarde Rosa, me dijo si quería ir a ayudar a la vendimia

-¿Con tu padre y tu madre cerca? -Dije mirándola-

-Que sí, que ya he hablado con mi madre y ha dicho que sí, solo sabe que somos amigos...

_-Mi padre no se entera de nada, siempre está en el campo trabajando, mi hermana sí que sabe cosas de nuestros paseos. Bueno, sabe que paseamos...

Las risitas de complicidad de Rosa hacían que la quisiera más.

- ¿Qué hay que hacer? - pregunté -

_Nada, cortar uva y meterla en un canasto, y si tienes fuerza llevar los canastos al carro...Solo son 25 kilos...

-También podrás mirarme, dijo coqueta, además es todo el día, así mi padre te conocerá un poco

-Mañana a las seis de la mañana, un carro pasará frente a tu casa a recogerte, también viene Margarita, Carlos vendrá un rato a la tarde.


Tío Magnus medio dormido se extrañó mucho que me levantara a las 5,30 de la mañana

-¿Dónde vas a estas horas? - preguntó desde la cama-

-A por uvas... Contesté riendo

Mi tío no entendió nada y siguió durmiendo, más tarde Virtudes le contó lo de la vendimia

-¡Se va a morir! -exclamó- ¡Es un chico de ciudad!

-Las tetas de Rosa, aunque pequeñas, ya tiran más que dos carretas, dijo Virtudes, creo que está enamorado de esa cría...

-Pobre chico, dijo Magnus meneando la cabeza, pronto tendrá que irse, el curso empieza pronto...

-Enamorarse es para siempre- dijo- es como un tatuaje, no se borra si te enamoras de verdad.

-Tú también le vas a echar de menos,- dijo Virtudes- desde que ese chico está aquí estás genial

-Como no quererlo, tiene la inteligencia de su padre y la alegría de su madre, me hubiera gustado tener un hijo así.

-Bueno... -dijo Virtudes- todo irá bien, la vida tiene esos colores...


Subimos al carro tirado por dos mulos muy altos y fuertes, que el padre de Rosa había aparejado en el carro.

Todos hablaban catalán muy cerrado, con ese acento que aproxima a los habitantes de la provincia de Tarragona con los valencianos

Pararon varias veces para recoger más vendimiadores, en la viña, esperaban diez o doce personas más. Yo me senté en medio de Rosa y Margarita en la parte de atrás, mirándonos con risitas

Al cabo de una hora de camino, llegamos a las viñas, la vista se perdía entre los extensos cultivos de uva de la variedad charello y macabeu, destinados a la elaboración de cava.

Todos trabajaban las viñas para las bodegas del cava catalán.

Los padres de Rosa, discutían sobre la cantidad de uva que obtendrían en la cosecha de este año.

Apenas llegamos, nos distribuyeron en cuadrillas asignándonos una línea para cada cuadrilla.

Las mujeres cortaban los racimos de uvas y los hombres las transportaban en capazos sobre los hombros para echarlos en los contenedores

Cuando el contenedor estaba lleno, era transportado por un tractor con destino a los depósitos de mosto de las bodegas.

Al principio a mí me pusieron a cortar uvas con las mujeres, solo era un invitado de ciudad.

Había varios canastos acumulados en nuestra línea, el hombre que los cargaba era un poco viejo y no llevaba el ritmo. Me eché el canasto al hombro y con seguridad, lo llevé al contenedor donde lo vaciaban los demás hombres.

-¡Vinga, valent!- Dijo el viejo que descansaba...

Todos observaban mis pasos, se diría que apostaban cuantos canastos sería capaz de llevar.

-¡Poc a poc, nen! - Escuché la voz del padre de Rosa-No corris tant, si no, et faràs mal..-.

Asentí con la cabeza y me fijé en el paso de los demás


Al mediodía paramos a comer, habían claveteado unos maderos dándoles la forma de mesas y bancos y nos sentamos a comer lo que habían traído las mujeres.


- ¿Ja respires be, nen, me dijo una mujer del pueblo que se había enterado de que mi estancia en el pueblo era a causa de que tenía asma.

-Si senyora, dije, mai a la vida he repirat tant bé...


Todos rieron haciendo comentarios sobre lo sano que es vivir en el campo.

También me hicieron muchas preguntas sobre mi familia, casi un interrogatorio...

Rosa se sentó frente a mí con esa risita de chica mala, me ponía nervioso esa risita...


Bastó una semana para recoger toda la cosecha y para que todos me consideraran como de la familia...

El padre de Rosa me había tomado mucho afecto, era un hombre de campo con mucha experiencia en las cosas de la vida, sabía de nuestras miraditas con su hija y a veces cuando la sorprendía mirándome esbozaba una sonrisa como si pensara: Cosas de críos, la nena ya está comenzando a volar...

A vuelta de los viajes a la viña me invitaba a sentarme con él en el pescante del carro, a veces me dejaba las correas de las riendas de los mulos.


-Déjalas flojas, ni tires, ellos ya saben dónde van...

A mí me encantaba llevar las riendas, cuando llegábamos al pueblo solo había que tirar ligeramente a la izquierda o a la derecha.


_Doncs sí, nen... Siempre comenzaba con esas palabras la conversación

En aquestes terres sempre s´han conrreat tres classes de raïm:

_Xarel·lo Macabeu i Garnatxa...

Me contó que desde que ocurrió la plaga de la filoxera, el negocio se centró en el cava.

Cuando el padre de Rosa comenzó a extenderse para explicarme el origen del cava, Rosa me miró poniendo sus carrillos en forma de globo.

Cuando se terminó la vendimia, hicieron una fiesta preciosa; la uva se prensa con máquinas de prensa enorme, pero una parte pequeña se deja para pisar con los pies descalzos, es como un ritual para recordar cómo se prensaba antes.

Se elige a una chica, la pubilla o reina de la cosecha, la más guapa o la más rica, dicen las malas lenguas, debe ser virgen, o si no el vino sale malo.

No se hace ninguna prueba de virginidad, basta con su palabra...

Entrar en la antigua prensa es como salir a bailar, todo el mundo quiere entrar a pisar la uva, dicen que da suerte.

Las bodegas pagan la fiesta sin reparar en gastos, hay que tener a la gente contenta, nada sería posible sin el trabajo de los payeses. Se había creado una armonía basada de intereses y salpicada de sentimientos.

A lo largo de un mes y medio, el tiempo que duraba la vendimia, unos propietarios se ayudaban a otros, funcionaban como una cooperativa. Al final amos, empleados y varios bodegueros compradores siempre se ponían de acuerdo en los precios.

Rosa y yo, después de comer nos fuimos a la orilla del río con los demás jóvenes, lejos de las miradas de los padres.

Nos habíamos mojado los pies, y nos tumbamos en la hierba en un recodo del río.


-¿Cuándo te vas? -dijo Rosa haciendo la pregunta inevitable-

- No sé, - dije yo, sabiendo que era cuestión de pocos días para que mis padres vinieran a buscarme y regresar a casa.

Rosa se tumbó de cara al cielo, con la mirada perdida

- ¿Tú te tocas por las noches pensando en mí?

Yo me puse muy colorado, estábamos tumbados en el suelo cara a cara y no me esperaba esa pregunta tan atrevida. No le contesté, era evidente que sí, y ella lo sabía...

-Yo sí me toco muchas noches pensando que me metes “eso” muy dentro, a muchas chicas les da miedo pensar en eso, desearlo, pero a mí no...

Tomó mi mano y la metió debajo de su falda...

- Por aquí... Dijo acompañando mi mano al pubis -Despacito... Cuando me toco, siento un calor y una humedad que me vuelve loca.

Metió la punta de mi dedo anular en el clítoris al tiempo que me besaba...

Con la otra mano, cogió mi pene erecto acariciándolo suavemente diciéndome dulcemente

- Así, despacito poco a poco, sólo tocar, te vas a ir y no volverás...

Cuando despegaba sus labios de mi boca seguía hablándome en susurros.

Se abrazó a mí en medio de un orgasmo que la hizo temblar de placer, yo ya me había derretido en su mano antes que ella. Sacó un pañuelo blanco bordado a ganchillo y se limpió el semen de su mano y lo guardó en el bolsillo.


-Será mi recuerdo -dijo llorando- lo oleré por las noches cuando me toque pensando en ti...

Lloramos los dos en silencio mirándonos a los ojos, sin avergonzarnos de nuestras lágrimas ni de nuestros actos.


LA DESPEDIDA


No quiso despedirse, el día anterior a mi marcha Rosa había desaparecido, no logré encontrarla, no quería verme. La busqué por todo el pueblo, por todas partes.

Mi padre había alquilado un coche para mi traslado, tenía el proyecto de comprar un coche. Mi madre estaba exultante, no sabía si era por el coche o por mi regreso a casa.

Ni me acordaba del asma de los cojones, mis hombros se habían ensanchado y había crecido casi un palmo. Ya casi igualaba la estatura de mi padre.

-Se ha hecho un hombre – decía mi tío con segundas-


Salimos temprano por la mañana, mi tío Magnus me había regalado la mitad del trozo de madera robado de la puerta de Cirius.

Cuando enfilamos la carretera de los árboles donde nos besábamos con Rosa, conté los árboles y tuve que hacer un esfuerzo para contener mis lágrimas...

Rosa estaba detrás del árbol donde yo había grabado un corazón con nuestras iniciales, cuando pasó nuestro coche se puso delante del árbol para que yo la viera.

Tenía los brazos caídos y los pies juntos

Con su blusa ancha, con la falda ancha...

Se había cortado su precioso pelo largo a tijeretazos, como si me hiciera el regalo de su pelo, un extraño regalo...

Nunca más nos volvimos a ver.

Nunca más volví a ver a mi tío Magnus, ni a mi tía Araceli, nunca volví a ese pueblo donde fui tan feliz.

De alguna manera me sentía culpable por haber desperdiciado tanto amor.

Jamás en mi vida me he sentido tan amado por ninguna mujer como me sentí amado por Rosa.


Mi tío Magnus, sacó de su bastidor el cuadro del ángel y lo metió en un tubo de esos que utilizan los arquitectos para meter los planos y se fue a Barcelona a ver un marchante de pintura, de esos que venden cuadros buenos.

-Tengo un cuadro del siglo XVII y quiero venderlo – dijo después de las presentaciones-


El marchante arqueó las cejas y sonrió, se le vio brillar el colmillo de los lobos con buen olfato

-Eso son palabras mayores, pero tengo clientes importantes dispuestos a comprar de una u otra forma.

Era la manera de decir que estaba abriendo la puerta de atrás, esa puerta oscura de las ventas sin preguntar el origen.


-Escuela de Sevilla y con firma -dijo Magnus sacando la tela del ángel justiciero del tubo que lo contenía cuidadosamente enrollado.

-Veamos lo que tenemos aquí... -Dijo el marchante -lobo cada vez más interesado-

-Juan de Espinal, el fundador de la Escuela sevillana de las tres artes nobles...

El marchante soltó un respingo y abrió un cajón para coger una gruesa lupa, no satisfecho con la visión de la lupa, sacó un visor de esos de mirar joyas con una óptica parecida a la de los microscopios que encajó en su ojo derecho.


-¿Me permite?-dijo poniendo la tela en una pantalla de luz ultravioleta.

-Lo que quiera-dijo Magnus expectante.

-Los materiales son de la época, sí...Ha sido restaurado, con materiales originales, muy bien restaurado, muy buen restaurador, muy profesional, sabía lo que se traía entre manos...

Al marchante se le notaba que estaba muy impresionado.


-No le voy a preguntar de dónde lo ha sacado, nunca hago esas preguntas -dijo facilitando las cosas

-En la guerra se perdieron muchos cuadros...


Magnus sabía el valor del cuadro, suficiente para jubilarse junto a Virtudes en ese pueblo tranquilo que le gustaba tanto.

Estaba tenso, y aceptó el whisky que el marchante le ofreció en un vaso de cristal tallado.

-Tengo que informarme más, hay una obra muy extensa de Juan de Espinal- dijo al tiempo que descolgaba un par de libros de la muy bien provista estantería de libros de arte -Ese pintor se dejó los ojos pintando cuadros de la vida de san Gerónimo, también pintó varios cuadros de ángeles...

Había abierto un grueso volumen con láminas de reciente edición. Se detuvo en una y allí vio Magnus su obra expuesta en la colegiata de Madrid.

-Este cuadro está expuesto en el monasterio de los Jerónimos como puede ver...-Catalogado, investigado, valorado. Lo recuperaron de la iglesia de san Salvador en el Vendrell. Aquí dice que fue restaurado por un excelente profesional...

-Ésta es una copia, una buena copia pero solo eso...Una buena copia difícil de colocar como original...


A mi tío Magnus le dio un ataque de risa histérica, el marchante-lobo no podía imaginarse el motivo de tanta risa. Magnus enrolló el cuadro y lo volvió a poner en el tubo de cartón ya con menos cuidado.

Antes de regresar a casa, se pasó por la tienda de Cirius para consolarse mirando una vez más el increíble color azul de su puerta.

Los vecinos le dijeron que Cirius había muerto. Cuando le encontraron llevaba tres días muerto tendido sobre su caja de colores.

La puerta había sido arrancada y tirada a la basura. El local había sido alquilado para abrir una casa de recuerdos turísticos...

Cada vez venían más turistas a Barcelona, Magnus pensó que todo su mundo estaba desapareciendo para dar paso a otro mundo de no sé qué…que no entendía.

Nunca supo que Cirius le había tomado el pelo con el fantástico color azul

Cuando Cirius pintaba la desvencijada puerta de su tienda de colores antiguos, le faltó pintura, vaya, que se quedó corto de azul y se le ocurrió mezclar el que le quedaba con ceniza tamizada. La estufa de Cirius quemaba madera y leña de la más variada procedencia, creó el maravilloso azul por casualidad, por querer ahorrar pintura. Magnus nunca lo supo...


MI PRIMO JOSHUA


Mi primo Joshua, bueno, José Luis, poco a poco se fue convirtiendo en un perfecto imbécil.

Después de fracasar en varias carreras, montó un invento de esos de comprar pisos embargados con mi tío Magnus, los reformaba y con un lavado de cara los revendía por el doble de su precio.

Siempre más liado que la pata de un romano, siempre lampeando por la pasta que iba y venía.

A los treinta años se había convertido en un tiburón de inmobiliaria sin escrúpulos.

Convenció a mi tía Araceli para que volviera al Vendrell con Magnus. Mi tía ya estaba muy tonta de la cabeza y bastante arruinada.

Así que la metió en el coche y la llevó como un paquete con mi tío Magnus.

Cuando llegaron al Vendrell entraron en la casa, mi tío había salido, Araceli acarició el viejo piano que no se había abierto desde que se fue.

Se sentó en la banqueta y comenzó a tocar una pieza de Edvard Grieg sin partitura

Cuando tío Magnus volvió a casa, la encontró tocando, rodeada de gatos y varias gallinas que se habían subido al piano para escapar de los gatos.


Mi primo el imbécil se había ido, la dejó allí colocada, tenía prisa, había apalabrado el piano de cola de tía Araceli y ansiaba cobrar la pasta.

Mi tío Magnus ya estaba muy abandonado, se tiró al río de la vida sin importarle nada. No le molestó que tía Araceli volviera otra vez a casa.

Araceli se comportaba como si nunca se hubiera ido de casa. Dormía, tocaba y daba de comer a las gallinas.

Magnus dormía abrazado a ella haciéndole la cucharita.

Ella le susurraba en catalán:

- S´está molt bé amb tú, Llorens...-Era su forma de decirle que lo amaba...

La mente de Araceli ya era un desastre, un caos, mezclaba risas y llantos, recuerdos y realidad con música.

A veces creía que estaba en Barcelona y se comportaba como una dama educada, a veces se sentaba en el jardín contemplando las flores de lavanda con un gato en la falda.

A veces, venía Virtudes a poner un poco de orden y limpieza.

Una mañana, Magnus la encontró dormida para siempre sobre las teclas del piano

Tenía una vieja partitura de Grieg metida en la boca, se ve que quería meterse la música de su adorado maestro dentro de ella.

Delirios de la demencia, dijo el forense...


Tío Magnus, ya no tenía muchas ganas de vivir, no tenía proyectos, nada le apasionaba

Cerró el negocio de restauración y se puso a pintar cuadros.

Quería llenar todas las telas que tenía en blanco, las láminas, los blocs, gastar todas las pinturas.

Cuando terminó todo el material de pintar, se cortó las uñas y se lavó las manos varias veces, minuciosamente, casi se hizo la manicura.

Se bebió todo el ron que le quedaba, decidió morirse y se murió a los pocos días de delirium tremens.

Mi primo Joshua -el imbécil – me llamó por teléfono tan pronto supo que había retirado la caja del notario.


-¡Hola primo! -Me dijo con voz de ponerse a bien conmigo- Ya sé que has retirado la caja de tu herencia...-me dijo atropelladamente.

-Pues sí,-le dije confirmando la cosa -La verdad es que he tenido que firmar un montón de papeles, ya sabes lo que son las herencias complicadas...

-¡Ejem!- Carraspeó- ¿y…había algo interesante?

Estaba frito por saber lo que contenía la caja.

-Pues nada,-contesté yo-, cosas sentimentales, cosas nuestras de esas artísticas...-Nada de valor que se pueda convertir en dinero...Nada que tú merezcas saber...

Y le colgué.




LA CAJA


Cuando volví a casa después del verano de estancia en la casa del tío Magnus me volví de plomo y hielo durante unos meses, el recuerdo de Rosa y de su imagen en la carretera al lado del árbol de nuestros besos con el pelo cortado a tijeretazos mostrándome el dolor de mi partida me había marcado de por vida.

Me convertí en un hombre maduro con alma de quince años, siempre intentando aprender para entender las cosas.

Mi padre estaba empeñado en que estudiara para abogado, él siempre quiso estudiar leyes, siempre decía que sin ley, todo es peor.

Cuando terminé el bachiller me trasladé a Burdeux a estudiar enología, Francia es el país del vino.

La caja que me había dejado en herencia el tío Magnus, contenía el tubo de cartón con el cuadro del ángel enrollado y protegido con talco.

También añadió el otro trozo de madera de la puerta de Cirius, del “maravilloso” color azul que tanto nos había hecho pensar, y un diario que lo explicaba todo.

Compré un precioso marco en un anticuario, de esos de estilo churrigueresco, el cuadro lo merecía y puse la tela en él.

Lo tengo colgado en la biblioteca, si vienen visitas y preguntan les digo que es una buena copia de un cuadro de Juan de Espinal, y ya está...

En los días de plomo y hielo, suelo tomar un ron con canela a la salud de mi tío Magnus

A veces, Lucifer derrotado a los pies de san Gabriel me sonríe con complicidad.



F I N



Carlos Merino Arlandis. 1 DE DICIEMBRE DEL AÑO 2018

Hacía mucho frío y el cielo estaba con estrellas.