jueves, 3 de julio de 2008

EL HOMBRE INVISIBLE

Se despertó pesadamente, como si siempre hubiera estado dormido, se sentó al borde de la cama y encendió la luz de la mesilla, la lámpara de flexo expandió su tenue luz por toda la habitación, miró el reloj y observó que se había parado entre las doce y la una, lo sacudió un poco para cerciorarse de que no funcionaba mientras maldecía en silencio a los despertadores electrónicos ¡nunca se sabe cuando se van a acabar las pilas!...
Mecánicamente se miró en la muñeca pero enseguida se acordó de que hacía tiempo que había renunciado a ponerse reloj en la muñeca –le producía picores y alergias – se había acostumbrado a mirar la hora en el teléfono móvil.
Sabía que no tenía que ir a trabajar, aunque ya hacia varios años que estaba jubilado no se acostumbraba a permanecer en la cama más allá de las siete y media de la mañana. Algo en su interior le despertaba y le obligaba a levantarse, lavarse, afeitarse y salir a la calle. Algunas veces había hecho el mismo recorrido hasta la oficina como tantas veces en su vida laboral, pero ahora todo era diferente, incluso la oficina había desaparecido y en su lugar creció un imponente rascacielos supermoderno con muchas tiendas y bancos, nada que ver con el antiguo edificio de ventanas arqueadas y cornisas donde se posaban las palomas.
De todas formas se levantó y se vistió, se asomó a la ventana y vio que el día comenzaba a clarear, quiso despertar a su mujer pero vio que dormía profundamente, ni siquiera se percibía su respiración. Ella siempre dormía hasta tarde y si él se lo recriminaba ella le contestaba que no tenía nada que hacer y que para aburrirse mejor estaba en la cama.
El aburrimiento de ella…
Desde que sus hijos se habían ido de casa ella deambulaba como una sonámbula por la casa haciendo las faenas como un robot. Un psicólogo le había dicho que padecía el síndrome del nido vacío y que se tomara unas pastillas pequeñitas; ella nunca se las tomó, también le dijo que procurara distraerse, salir y todas esas cosas…Los chicos apenas venían a visitarlos, trabajaban mucho y salían mucho, además sus mujeres no tenían ningún interés por la vida familiar.
Mientras tomaba café en la cocina observó que el reloj también allí estaba detenido a las doce y media, quiso pensar que era una casualidad, pero algo le decía que no. Se asomó al balcón de la fachada, la calle estaba desierta-pensó- demasiado temprano –quiso pensar-pero algo le decía que no…Aunque fuera domingo siempre hay alguien en la calle, además había salido el sol y brillaba de una manera extraña como si fueran las doce y media del día y según sus cálculos biológicos no serían más de las ocho de la mañana .Se miró en el espejo de la salita para ver si se encontraba mal, se vio algo borroso y lo atribuyó a la vista cansada para tranquilizarse, tuvo el impulso de llamar a su mujer y contarle que algo no iba bien pero no lo hizo…
Cuando bajaba por las escaleras no vio a nadie, casi siempre cuando bajaba a la calle o subía al piso se cruzaba con alguien, ni un niño, ni un recadero, ni siquiera a la vecina que parecía que vivía en la escalera y que controlaba todas las idas y venidas del vecindario. Todo estaba desierto y en silencio.
La puerta de la calle estaba abierta de par en par. Eso le extrañó bastante ya que casi siempre estaba cerrada por lo de la seguridad, en las reuniones de los vecinos nunca faltaba la advertencia de que se cerrara la puerta. El vecino del cuarto piso siempre decía que si el enemigo estaba fuera del castillo se podía controlar pero si por el contrario penetraba en el bastión todo estaba perdido…Don Rufo –apócope de Rufino-siempre hablaba como un hombre antiguo casi como un caballero de los de antes.
Eso irritaba a los vecinos más jóvenes de la comunidad que no querían que las reuniones de vecinos se eternizaran.
Salió a la calle y se fijó en un autobús parado en medio de la carretera, le pareció raro y se acercó para ver…
Por la parte exterior de la ventanilla pudo observar el espectáculo dantesco de cincuenta muertos que se iban de excursión, los que estaban situados en los asientos del pasillo estaban tumbados con los cuerpos ladeados a derecha o izquierda según se mire…

Algo horrible estaba pasando, algo general-pensó- no un accidente o un escape de gas algo muy gordo…
El no salió corriendo ni se puso a gritar, no fue a casa a ver si su mujer estaba muerta ni siquiera pensó en la seguridad de sus hijos y por supuesto de sus nueras que no querían darle nietos.

Caminó por la calle adentrándose en la ciudad –la conocía como la palma de su mano-.
Cuando salió a la calle miró a derecha e izquierda como tenía costumbre pero ni a derecha ni a izquierda vio a nadie, ni un coche, ni una moto…
Se asustó muchísimo. Todas sus luces rojas se encendieron de pronto, se dio cuenta de que algo grave, muy grave estaba pasando…Volvió sobre sus pasos subió las escaleras de dos en dos y entró en tropel en la casa. Tropezó en la mesilla de la salita y apenas sintió dolor en la espinilla, pasó a la habitación y encendió todas las luces.
Aparentemente su mujer dormía aún la contempló un rato y luego la destapó cuidadosamente estaba extrañamente quieta y no se atrevió a tocarla…
Quieta y blanca, sus labios no tenían color entonces la tocó y su cuerpo estaba muy frío extrañamente frío.
¿Qué se hace cuando se te muere tu mujer? –Se preguntó – sin avisar sin ponerse antes enferma…Corrió hacia el teléfono, marcó un número de urgencias y sin esperar contestación gritó en el auricular llenándolo de saliva, no contestó nadie ni el aparato hizo ninguna señal, marcó otra vez y suplicó: ¡Por favor que venga alguien!...
No había nadie al otro lado de la línea, colgó y llamó a sus hijos pero el teléfono, no emitía señal alguna de comunicación, aterrado se asomó a la ventana y gritó, ya no se acordaba de la última vez que gritó y su grito sonó gutural, un grito que nacía en las tripas y que se abría paso como un animal encerrado, pensó que gritando pronto aparecerían las ambulancias, la policía, los vecinos alarmados…
Pero nada de eso ocurrió, frenético bajó al portal en busca de ayuda pero nadie acudió a sus llamadas, silencio y quietud, parecía que el mundo se hubiera parado de golpe, miró hacia el sol y seguía fijo en el firmamento, como si lo hubiesen pintado.

Entonces corrió como un loco por las calles, entrando y saliendo de los establecimientos que permanecían abiertos. Todos los empleados y clientes estaban muertos, los cafés de la mañana aún humeantes en las mesas, los cigarrillos encendidos en los ceniceros y en el suelo, las máquinas tragaperras permanecían en marcha aunque con una luz mortecina como si a la luz le faltara una fase.
Se acercó a una chica que estaba tumbada en una silla con el bolso aferrado en sus manos, el café con leche que se iba a tomar todavía estaba caliente, la tocó levemente y cayó al suelo, desmadejada, su escueta falda se le había subido hasta la cintura por efecto de la caída. Por un momento tuvo la intención de levantarla y hablarle pero le pareció un acto inútil, la contempló un rato, era una mujer preciosa, como esas chicas de las que salen en las revistas o en la televisión, esas chicas que cuando las miras parece que las molestes, tuvo la tentación de tocarla, de acariciarla un poco incluso de mirar en su bolso para saber lo que llevan esas chicas en el bolso… Pero no lo hizo, una extraña tranquilidad le había invadido, salió nuevamente a la calle y se preguntó una vez más el motivo de tantos muertos ¿porqué han muerto todos? ¿Por qué todos menos yo?
Intentó razonar lógicamente y pensó que a lo mejor había sido una cosa local, quizá una arma secreta, quizá solo había afectado a su barrio o tal vez solo a la ciudad eso hizo renacer sus esperanzas, se acercó a un automóvil que estaba atravesado en medio de la calzada, abrió la puerta del conductor y un tipo enorme cayó al suelo como un saco de patatas, con mucho esfuerzo logró sacar el medio cuerpo que permanecía dentro del coche y con los pies lo apartó pasando por encima del cuerpo y ocupando el asiento del conductor. Las llaves permanecían en el contacto, intentó ponerlo en marcha y la máquina no emitió ninguna señal, el depósito estaba lleno, y todos los demás indicadores estaban correctos pero el coche no se puso en marcha. Le hubiera hecho ilusión conducir uno de esos coches, siempre había soñado tener un coche como ese, incluso una vez preguntó en una tienda cuanto valían el vendedor le miró como a un piojoso y cuando le dijo el precio le miró de una manera despectiva…

Acarició el volante sabiendo que no se pondría en marcha, manipuló el cambio de marcha automático y incluso intentó poner en marcha la radio que no emitió ningún sonido ni ninguna información, introdujo un disco en el equipo de audio y ni siquiera parpadeó, encima del asiento del acompañante había un paquete de cigarrillos caros abrió el paquete y se puso un cigarrillo en los labios, buscó un encendedor y encontró uno en la guantera al ir a encenderlo se le cayó de la boca, descuidadamente había mirado por el retrovisor interior y había visto la sillita de un bebé con un niño echado hacia delante como si estuviera recogiendo algo del suelo, salió del coche y abrió la puerta trasera, incorporó al niño y sus ojos abiertos sin vida parecía que le miraban, tendría unos dos años o así , los niños a esa edad te roban el corazón…
Extrañamente insensible dejó el coche donde estaba el cadáver del niño y siguió calle abajo pero ya sin mirar dentro de los establecimientos y las viviendas, algunas con las puertas abiertas, seguramente la muerte les sorprendió al salir de casa, se preguntó como se sintieron en el momento de de morir, como a la mujer que había visto junto a una anciana sentadas en el dintel de la puerta de sus casa , estaban las dos como desfallecidas casi sentadas, que pasaría por sus mentes –se preguntó- ¿notarían algo? ¿Sentirían dolor? O tal vez solo se apagaron de golpe como si a la luz de su vida se le hubieran fundido los fusibles.
Comenzó a hacerse preguntas…
¿Por qué están todos muertos menos yo?
¿Qué es lo que está pasando? ¿Acaso es el fin del mundo?
Y al decir mundo se preguntó si estaba pasando lo mismo en todas partes, tal vez solo ha sido una cosa local, alguna epidemia a la que ya soy inmune, o un ataque bacteriológico de un país extranjero.
Por eso siguió andando, buscando algo vivo, aunque fuera una mosca o una hormiga cualquier cosa que respirara y se moviera.
Escuchaba las pisadas de sus propios pies rozando el asfalto, caminaba por medio de la calle sorteando los automóviles atravesados en la calzada pensó que todos los pájaros estaban muertos aunque no veía ningún cadáver tal vez intuyeron lo que iba a pasar y escaparon a tiempo. A veces los animales sienten cosas que los humanos no percibimos. Llegó a un estanque de una plaza que solía frecuentar y se fijó en el agua, estaba quieta , extrañamente quieta como si estuviera muerta también, metió la mano para tocarla y apenas se le mojó, no estaba fría ni caliente, además tenía una transparencia inusual, cristalina, casi imperceptible.
Frente a la plaza del estanque reinaban unos grandes almacenes de esos de muchos letreros de rebajas y ofertas únicas con chicas sonrientes, las puertas estaban atestadas de cadáveres, tuvo que entrar pegado al dintel de la puerta principal, seguramente lo que había pasado les sorprendió cuando abrieron las puertas, era tiempo de rebajas y los primeros días la gente se agolpa en la entrada para ser el primero en llegar y conseguir mejores precios.
A veces había ido a esos almacenes a curiosear-eran bastante caros y su paga no era como para tirar cohetes- en invierno se estaba calentito y en verano el aire acondicionado era una delicia, le gustaba sobretodo la sección de librería, ojeaba los libros que le hubiera gustado leer, sobre todo los de historia, la chica que trabajaba allí de dependienta hacía la vista gorda una vez se acercó a él y le dijo que si podía ayudarle era una manera de decirle que si iba a comprar, cometió el error de decirle que eran demasiado caros para su economía y un día el guardia de seguridad le preguntó de mal talante si pensaba leerse todo el libro…
Ahora todo el almacén era para el solo, recorrió varias secciones abriéndose paso entre los cadáveres que yacían en el suelo de las mas variadas formas, miró una caja que se había quedado con el cajón abierto estaba rebosante de billetes casi tuvo la tentación de cogerlos pero pensó que el dinero no le serviría para nada.
Se movía por las secciones del gran almacén como un autómata, sin pensar, sin capacidad autocrítica por estar tan insensible, tan raro, sin hambre sin sed sin deseos de nada, como pasando por encima de las cosas como pasaba por encima de los cadáveres, se acercó a los ascensores y no funcionaban, las escaleras mecánicas tampoco, subió por las escaleras de emergencia sin gran esfuerzo se notó liviano-no había reparado en eso-había subido las escaleras con gran facilidad, recordó que antes no era así, siempre le costaba mucho subir escaleras y recordó como le dolían las piernas por la noche a veces su mujer le había dicho que se hiciera baños de agua fría y caliente que así se estimulaba la circulación sanguínea pero el no lo hacia lo encontraba complicado y trabajoso desde que se había jubilado todo le parecía difícil. Lo cierto es que se encontraba bastante más ágil en unos minutos alcanzó la azotea de los grandes almacenes desde allí se divisaba la mayor parte de la ciudad, la terraza estaba desierta solo algunos muertos detrás de la barra de la cafetería y la señora de la limpieza que murió agarrada al mocho de fregar, la gran terraza era el centro de moda de la ciudad allí solían ir las señoras a tomar refrescos y a dejarse ver el nunca se atrevió, los precios eran intencionadamente caros para seleccionar a los clientes la vajilla y los vasos eran muy vistosos, todos llevaban las letras doradas con el nombre de los grandes almacenes tenía la ilusión de llevar a su mujer a merendar algún día para que se animara pero ella le dijo que no tenía ganas y que era muy caro, además no tengo ropa adecuada no se va a esos sitios con ropa de mercadillo… Ella solo se animaba un poquito cuando le hablaban de ropa, a pesar de la edad conservaba un tipo esbelto y fibroso, a él no le gustaba mucho tanta fibra le hubiera gustado mas una mujer mas blandita, mas blanca mas animosa.
En las terrazas de los grandes almacenes siempre hay uno de esos telescopios que echando una moneda puedes ver a distancia, el lo hizo, repasó las partes de la ciudad que pudo mirando con avidez el menor atisbo de vida…
No encontró nada que se moviera…
Ya tendría que ser de noche pero lucía ese sol mortecino indicando en el cielo las doce del mediodía…
Se ha parado la tierra –pensó-
O se está apagando el sol…
Pero no puede ser, si algo de eso hubiera ocurrido todo hubiera terminado en un cataclismo de grandes mareas y si se hubiera apagado el sol todo estaría oscuro…
No puede ser, aunque el sol se esté apagando ¿porqué se ha muerto todo el mundo menos yo? Recordó las imágenes del Apocalipsis de los libros de religión de cuando era pequeño, el cielo se había abierto y de el salían legiones de ángeles justicieros que ponían a los buenos a la derecha y los malos a la izquierda lanzando a estos últimos a las calderas del infierno donde les esperaban tormentos eternos…
No puede ser…
No puede ser-se repetía-
Y miró otra vez al cielo para ver si el señor del triángulo en la cabeza aparecía y le explicaba algo…
No puede ser…
Bajó de la terraza y pasó por la sección de electrodomésticos, quiso ponerlos en marcha todos para ver si en algún remoto lugar todavía quedaba algo de vida, pero enseguida se dio cuenta que era inútil nada funcionaba correctamente, la electricidad seguía funcionando apenas, como si le faltara una fase y de una manera rara.
Las luces le daban un tono amarillo a las cosas, como si todo se estuviera pudriendo, se fue a la sección de telefonía móvil y probó los modelos más avanzados las baterías de litio los GPS … Ni una palabra de nada que pareciese humano, ni siquiera los ruidos habituales de los aparatos cuando funcionan mal. Nada se ponía en marcha.
Una extraña euforia se estaba apoderando de el poco a poco, al principio lo atribuyó al nerviosismo por lo excepcional de la situación pero a medida que pasaba el tiempo-si es que pasaba – se notaba mas lúcido, mas ágil, y además no notaba las necesidades propias de las personas, no tenía hambre ni sed.
Salió de los grandes almacenes pasando otra vez por encima de los cientos de cadáveres que estaban apiñados en las puertas de entrada y salida, un guardia de seguridad le miraba con ojos de muerto, estaba aún de pié, apuntalado en un anuncio gigante que anunciaba: Vive la vida, viaja con nosotros, paraísos a precios de escándalo…
Le pareció un sarcasmo de lo mas cruel pero no pudo evitar una sonrisa , se acercó y sacó la pistola que le pendía de la cintura, desde que estuvo en el ejercito no había tenido una pistola en sus manos, la encontró muy ligera , las que había tenido en el ejercito eran de metal pesado, negras pavonadas, nada que ver con la que tenía en sus manos, ligera y anatómica, a medida de su mano, sus dedos encajaban perfectamente en el culateen y el guardamonte protegía perfectamente su dedo índice que acariciaba el gatillo, le costó bastante encontrar la palanca del seguro, la miró y remiró, al fin lo encontró integrado en un dispositivo al lado del sitio que ajustaba el dedo pulgar, estaba hecha de un metal muy ligero parecido al aluminio, parecía de juguete, sin querer accionó una palanca con el dedo meñique y el cargador de dieciséis balas se descolgó de la culata, con un movimiento rápido lo volvió a encajar con la palma de la mano izquierda, un ruido metálico sonó en todo el recinto…
Por lo menos esto si funcionará-se preguntó a si mismo en voz alta-
Y su voz resonó en el espeso silencio del gran almacén…
Apuntó cerrando un ojo a una cristalería del fondo del local pero le pareció que estaba muy lejos y buscó un blanco mas asequible, la gorra del guardia, si disparaba de mas cerca se la volaría de la cabeza como en las películas, se lo pensó mejor, si herraba el tiro le podría reventar la cabeza al guardia que aunque estaba muerto no sería un espectáculo agradable…
Disparó a un escanciador de vino de lujo que estaba a cuatro metros de el, el ruido del disparo atronó todo el local, era el único ruido ajeno a el que escuchaba desde hacia tiempo, se alegró de tener un arma de defensa y realizó varios disparos más, se guardó el arma en el bolsillo del pantalón no queriendo desperdiciar balas, una pistola no sirve de nada sin balas, buscó en el cuarto del retén de los guardias de seguridad y encontró una cajita llena de balas en un cajón cerrado con llave, las llaves las encontró en el bolsillo del guardia de mirada severa…
Salió de una vez del gran almacén, comenzaba a agobiarle el verse rodeado constantemente de cadáveres , se sentó en un banco del parque que estaba frente a los almacenes y sacó la pistola, la contempló una vez mas y accionó el seguro no fuera caso de que se le disparara y se terminara el mundo al no quedar nadie vivo-rió para si mismo- dejó la pistola a su lado, encima del banco de madera y metal y comenzó otra vez a hacerse preguntas y a elaborar teorías, lo hacía en voz alta, hablándose a sí mismo y su voz resonaba entre los árboles y las papeleras del parque.
¿Por qué los cadáveres no se pudren? ¡Todo lo que se muere se pudre! –gritó-
Y su voz sonó una vez mas, fuerte y clara, quizá un poco mas fuerte y clara que las otras veces, su propia voz le molestó un poco, era una voz atronadora, se extrañó de su tono de voz ya que siempre había hablado en tono bajo, a veces su mujer se quejaba de que no le escuchaba bien, le decía que tenía voz de tímido y tenía razón, nunca en su vida había levantado la voz levantar la voz le parecía de mala educación, además levantar la voz siempre genera violencia .
¿Y el tiempo, que pasa con el tiempo que no pasa? – Se dijo a modo de trabalenguas-
Miró una vez más al cielo, el sol mortecino seguía a las doce del mediodía.
Ya no le servían las teorías de un ataque bacteriológico ni de una catástrofe climática
Sencillamente era imposible…
Acarició la pistola, pensó que no solo la tenía para una posible defensa además podría ser una solución para no sufrir, nunca había soportado bien el dolor, ni el físico ni el sentimental, por eso dijo en voz alta: SI ME QUERÉIS HACER ALGO DOLOROSO NO ME PILLARÉIS VIVO! Y disparó varias veces al aire.
Pensó que estaba enloqueciendo y comenzó a caminar sin rumbo fijo, a medida que caminaba se daba cuenta de su agilidad y su fuerza , si tenía que mover algún objeto lo hacia sin esfuerzo apenas, apartó varios cadáveres de la entrada del ayuntamiento levantándolos casi en vilo, entró en el ayuntamiento por la puerta principal, un guardia con uniforme de gala estaba tumbado con la boca abierta pegada al suelo, un hermoso sable enfundado le llamó la atención pero no lo tocó, entró en el edificio subiendo las lujosas escaleras de mármol pasando la mano por la barandilla de madera labrada con onduladas formas estilo rococó, conocía el edificio, una vez lo visitó con su mujer en una jornada de puertas abiertas, pasó la mano por la cabeza del león de madera donde finalizaba la lujosa escalera y cayó en que no había viso ningún animal muerto, eso le hizo abrigar nuevas esperanzas, sabía que los animales tenían un sentido especial para las catástrofes y seguramente habían huido a tiempo, tenía que ir en busca de los animales –pensó- quizá ellos tengan la respuesta.
Siguió entrando y saliendo de las estancias del ayuntamiento, admirando los cuadros y los murales de las paredes, entró en la sala de plenos, estaba vacía, entró en los lujosos despachos de los jefazos, en el despacho del alcalde, la secretaria que le organizaba las visitas se había deslizado de su silla y había caído bajo la mesa, sus gordas piernas le asomaban entre un montón de expedientes que seguramente antes estuvieron encima de la mesa, un pié lucía un elegante zapato, de los caros, el otro estaba descalzo. Miró si el alcalde había muerto también pero no lo encontró, sentía curiosidad por ver a un personaje famoso muerto, el alcalde no cesaba de aparecer en la televisión local no había ningún evento en la ciudad por poca relevancia que tuviera que no contara con la presencia del alcalde y las cámaras de la televisión local, el alcalde dedicaba casi toda su legislatura en asegurarse la próxima por eso ya llevaba casi once años en el poder municipal.
Se sentó en el sillón del alcalde y miró en los cajones, si la ocasión no hubiera sido tan trágica hubiera mirado más detenidamente y curioseado los secretos de la ciudad en busca de chanchullos y demás cosas pero no era el caso y pronto se aburrió de dar vueltas por las dependencias municipales y salió otra vez a la plaza del ayuntamiento salpicada de cadáveres de todas las edades y posturas.
Pensó en las palomas que solían haber en la plaza, los niños las espantaban corriendo y los que venían de los pueblos se hacían fotos con ellas atrayéndolas con comida para que se posasen en el hombro o en la cabeza.
¡Tenían que estar en alguna parte!
Se agachó en el suelo para mirar si había alguna hormiga o algún bichito vivo o muerto miró bastante rato entre el césped y entre los árboles pero por mucho que escarbó no vio nada, ninguna señal de vida, solo él estaba vivo.
¿Por cuánto tiempo? –se preguntó-
Volvió a reflexionar –esta vez ya mas tranquilo – sobre su persona, no tenía hambre ni sed y desde que se había despertado no sintió en ningún momento ganas de orinar ni de defecar, apretó un poco sus intestinos para corroborarlo pero no sintió nada.
Las plantas y los árboles también están vivos, la idea se le apareció en la mente cuando aún estaba escarbando en busca de algún animalito en el suelo, se había acercado a un enorme tilo que estaba en un lateral de la plaza del ayuntamiento, lo miró detenidamente y aunque las hojas estaban mustias el árbol seguía con una presencia imponente, pero como averiguar si un árbol está vivo, el aspecto del enorme tilo era el de una planta cuando ha estado mucho tiempo sin ser regada, las hojas y las ramas mas pequeñas estaban caídas como desmayadas, estaba de pié pero no sabía si estaba vivo.
Se abrazó al árbol con la esperanza de encontrar una respuesta, quería captar su tono vital de alguna manera, permaneció largo rato en esa posición de abrazo hasta que se cansó de permanecer de pié sin que nada sucediera.
Siempre, por poca que sea, corre algo de brisa, algo de viento que hace mover las hojas de los árboles, aún en los días más cálidos el aire siempre se mueve un poco…
¿Qué ha pasado con el aire?-se preguntó melancólico-
Todo se ha parado menos yo…
Estoy soñando…
¡Claro! ¿Cómo no me había dado cuenta antes? ¡Esto es una pesadilla! ¿Es un puto sueño! ¡Sólo un maldito sueño!...
Pronto despertaré.
Esto sólo pasa en los sueños, seguramente lo ha producido las pastillas que tomo para dormir-.¡Seguro que están caducadas o el médico se ha equivocado! ¡O el farmacéutico! Es un sueño, es un sueño, un maldito sueño…
Se acordó de una vez que soñó que caía en un pozo sin fondo y que se despertó gritando y otra vez cuando era pequeño que soñó que iba a la escuela sin pantalones y cuando se despertó había mojado la cama, son sueños, los sueños son la cloaca de la mente-lo había leído en una revista científica- los sueños son los desechos del pensamiento que se mezclan en la mente y cuando te relajas se eliminan de esa manera…
Si no soñáramos nos volveríamos locos…
Lloraba abrazado al árbol esperando despertarse, esperando aparecer al lado de su mujer triste, a su vida cotidiana, a su lucha para llegar a fin de mes…
Sólo un sueño.
Pero a medida que pasaba el tiempo aferrado al árbol algo le decía que era “algo” más que un sueño, era demasiado real, además cuando se sueña uno no se da cuenta que está soñando y poco a poco se desvanecía la idea del sueño de la pesadilla…
Se deslizó por el tronco hasta caer al suelo, el césped cuidado de la plaza del ayuntamiento también tenía el aspecto ajado de las demás plantas, como si estuviera desconectado en parte de la tierra, como si no recibiera alimentación.
Ya no pensaba para sí, todo lo que pensaba lo decía en voz alta para hacerse un poco de compañía, sin acordarse de la comida ni de la sed que debería tener se alejó del parque y del ayuntamiento, se palpó en su bolsillo derecho y tocó la pistola y las balas que estaban sueltas en el bolsillo, mientras caminaba un montón de teorías se formaban en su mente a cual más descabellada, pensó que a lo mejor lo que estaba pasando era un ataque extraterrestre, seres de otros planetas que invadían la tierra y que su forma de vida era incompatible con la de la tierra, a lo mejor el viento, la noche, y las plantas no formaban parte de su naturaleza y por eso las estaban matando o eliminando de alguna manera… A lo mejor habían pensado en conservar un espécimen –yo- para estudiar la genética de la raza humana, pero pensó que el no era el mas adecuado, un hombre al borde de la vejez…A lo mejor no entendían nada de edades ni de humanos y lo hicieron a voleo…
Miró una vez mas al cielo buscando enormes naves espaciales llenas de alienígenas invasores pero todo seguía igual, a lo mejor no contaban el tiempo, a lo mejor el tiempo no tenía ningún sentido para ellos o quizá trataban a la especie humana como a una raza peligrosa a la que había que eliminar…Quizá nos habían estado observando desde hacia siglos…
Tal vez, tal vez… Pero seguía sin ocurrir nada.
La teoría de la invasión del espacio se fue instalando en su mente, aunque a medida que pasaba el tiempo y no ocurría nada fue perdiendo fuerza.
Y el cada vez se sentía más fuerte, más ágil, mas inteligente, a su mente acudían palabras que nunca antes había pronunciado ni aprendido como si adquiriera conocimientos por una fuerza infusa, sin esfuerzo, eso por una parte le hacía sentirse bien y cada vez más seguro de sí mismo, en un momento lo atribuyó-volviendo a la teoría de la invasión alienígena – a que los hombres del espacio estaban manipulando su mente para que comprendiera lo que estaba pasando, pero algo le decía que lo que estaba pensando siempre había estado dentro de él…
Se tocó sin querer un brazo y lo notó fuerte y fibroso, se quitó la chaqueta y se arremangó la camisa para comprobar que sus brazos antes delgados y blandos se habían tornado fuertes y musculosos como las de un hombre joven y fuerte, eso le extrañó como es natural pero se alegró del cambio, sacó la pistola y las balas del bolsillo de la chaqueta y la dejó tirada en el suelo, tampoco sentía frío, tampoco sentía calor.
Andaba por el centro de la calle hablando consigo mismo cuando le llamó la atención una gran tienda de esas que venden animales, se dirigió hacia el establecimiento para ver si había alguno, normalmente –pensó con entusiasmo- los animales de las tiendas están enjaulados y no habrían podido huir así sabría si los animales habían escapado o habían desaparecido…
Entró en la tienda y no tuvo que apartar ningún cadáver, el único muerto que había era el dependiente que estaba boca arriba detrás del mostrador con la boca abierta, era un chico joven, vestía una bata verde con el anagrama de la empresa impresa en el bolsillo superior, la tienda estaba distribuida en largos pasillos de jaulas, la sección de los perros, la de los gatos, la de los pájaros –alejadas de los gatos para que no se estresaran- y arrimadas a la pared los acuarios de los peces iluminados con la luz mortecina a la que estaba acostumbrado a ver en todas partes. Buscó ávidamente algún animal vivo, fuera pez, perro, gato o pájaro…
Todas las jaulas estaban cerradas…
Las peceras llenas de agua…
¿Qué está pasando? –gimió de una manera silbante-
Y quiso convencerse una vez más que estaba soñando…
No había ni rastro de los animales que se suponía que deberían estar en las jaulas cuando pasó lo que pasó…
Parecía que todo estaba contra él, pero ¡porqué! ¡Qué es lo que he hecho para que me pase una cosa así! – Gritaba y babeaba desesperado-
Se sentó en el suelo poniéndose en posición fetal con la cabeza entre las rodillas llorando y dándose cabezazos en las rodillas, sin saber que hacer…
Desesperado.
Sin ninguna esperanza.
Desfallecido ante tanta soledad…
Y permaneció allí mucho tiempo, nunca supo cuánto, el tiempo había dejado de existir se había parado, se estaba desvaneciendo aunque el aún no lo percibía.
Estuvo mucho rato en esa posición esperando despertarse, esperando comprender, esperando tener alguna esperanza algún sentido, de todas formas estaba acostumbrado a esperar y a buscar sentido a la vida, desde que el trabajo había dejado de agobiarle de hacer de él un robot, una pieza de una maquinaria que apenas comprendía. Desde que se encontró tanto tiempo libre en sus manos no paraba de pensar en el sentido de la vida antes no lo hacia, estaba distraído con la vida cotidiana, con los problemas de los hijos con las tristezas de su mujer, con los problemas económicos, se preguntaba mientras paseaba por las calles mirando escaparates y cosas que no podía comprar y en su mente siempre había una especie de musiquita como una canción desconocida como un pon-pon-pon machacón que le conectaba con las meditaciones sobre el sentido de la vida, no sólo de la suya sino de la vida en general.

Se preguntaba sobre para qué sirve vivir, las cosas tienen que servir para algo, y él mismo se respondía que hay cosas que no sirven para nada y no obstante existen, se resistía a creer que las cosas no tienen ningún sentido y se rompía la cabeza buscando respuestas. No tenía una buena formación cultural si leía tratados de filosofía o artículos de revistas se perdía en un bosque de términos que sólo entendía a medias y se pasaba el tiempo mirando en el diccionario, luego se cansaba y lo dejaba, al principio cabreado y más tarde aburrido de tanto intento frustrado, sin embargo había llegado a la conclusión de que nadie podía saber el sentido de la vida que sólo eran conjeturas y teorías. A veces había hecho alguna incursión en los textos religiosos pero los consideraba poco creíbles y anticuados, sólo servían a su parecer, para tener a la gente atemorizada y sujeta como si fuera un rebaño.
Se levantó del suelo, hubiera querido dormir un poco pero no sentía sueño, eso de no tener hambre ni sueño era lo que mas le preocupaba, pensó que serían los nervios de la situación, se preguntó cuánto tiempo había pasado desde que pasó lo que pasó y no fue capaz de medirlo, todo estaba en un estricto presente.
Una vez había leído en una revista que el tiempo no existe, que sólo es una medida para organizar a la sociedad, el pasado no existe, ya ha pasado –decía el artículo- el futuro aún tiene que existir por lo tanto no existe, sólo el presente es cierto.
Ahora lo estaba comprobando, aunque le quedaban dudas, sobretodo al pensar que el presente no tiene sentido sin el pasado ni el futuro.
Había salido de la tienda de los animales se encontraba en la calle otra vez con todo el espectáculo de la ciudad muerta, entró en una tienda de bicicletas y cogió una, la mejor la más deportiva la mas cara, quiso comprobar si era posible moverse con ella por las calles de una manera mecánica aunque fuera por su propia tracción , pudo comprobar que era una máquina estupenda, el sillín se adaptaba perfectamente, los frenos eran perfectos de ésos de marca cara y las ruedas estaban hinchadas a su justa presión.
Hacia mucho tiempo que no montaba en bicicleta y eso le hizo recordar la primera vez que su padre le compró una, tenía dos ruedas pequeñas en la rueda trasera para ayudar en el equilibrio de los primeros días, sus amigos le llamaron nena y el se las quitó eso hizo que se cayera varias veces pero ya nunca más le llamaron eso…
La bici se deslizó por el asfalto, ligera no en vano era de un material de lo más sofisticado: aluminio y titanio según rezaba en la etiqueta comercial. Tocó varias veces el timbre y resonó raro, dejó de hacerlo y sólo se escuchó el roce de la goma de las ruedas en el piso de la calle, probó los frenos y funcionaban bien, se alejó del centro de la ciudad pedaleando fuertemente, lo hizo en sentido de bajada para que fuera más fácil
Después de casi media hora de pedaleo se percató de que no se cansaba, había subido algunos repechos de calles un poco empinadas y no le habían supuesto esfuerzo alguno su respiración era normal además no estaba sudado, se tocó el pecho para ver si su corazón se había acelerado y notó que sus pulsaciones eran normales, eso le hizo pensar que no solo estaban cambiando las cosas, él también estaba cambiando, las cosas para mal y el para mejor. Frenó de golpe y se encontró de cara con el mar, le causó gran impresión el aspecto del mar, parecía de aceite, no se movía, ni se olía, el mar siempre huele a mar, siempre se mueve siempre “respira” …
Fue entonces cuando pensó que estaba muerto…
Estaba muerto y había ido al infierno…

Eso era, estaba muerto, -pensó- la muerte era eso, la soledad rodeado de muertos que no se pudren, con ausencia de animales, condenado para toda la eternidad cada vez mas fuerte y más vivo rodeado de muertos.
Se sentó sin estar cansado en una pequeña playa cerca del puerto, añoraba las gaviotas y las palomas que solían volar en busca de las migajas de los bañistas, echaba de menos sus vuelos planeando suspendidas en el cielo; En invierno las gaviotas se apoderaban de la playa formando colonias de centenares de ellas, los chillidos de las gaviotas resonaban en la playa solitaria ahora la playa parecía rara, parecía otra cosa.
¿Qué ser podía ser tan cruel para castigar a alguien de esa manera?-se preguntó indignado-
Yo no he hecho nada malo-se dijo a si mismo- me he pasado la vida trabajando y cuidando a mi familia, todo lo que he conseguido ha sido honradamente, no he sido cruel con nadie, no he robado, no he matado…
¡Te has equivocado de hombre! – Le gritó al cielo-
Y su voz resonó en la soledad de la pequeña playa
Y el mar siguió sin moverse
La blancura lechosa del cielo no le respondió nada.
Tal vez esté en el limbo-pensó- el limbo es un sitio entre el cielo y el infierno donde todo se suspende en espera de no sé qué, es un sitio neutral, un sitio donde no ocurre nada.
Tal vez sea un sitio para meditar, para pensar en el sentido de la vida.
¿Pero cuánto tiempo?

Tal vez el tiempo ha dejado de existir, a veces había pensado como serían las cosas sin el tiempo…
Sí, el viejo cura de la catequesis había dicho que el limbo era un sitio intemporal, una zona neutra donde mandaban a los inocentes, a los niños que morían sin bautizar…
Un sitio para meditar.
Era verdad todo lo que le habían contado de pequeño en la catequesis, existía el cielo y el infierno incluso el limbo, un sitio para pensar en los errores en las cosas mal hechas un sitio tranquilo para pensar sin necesidad de comer ni de beber, un sitio donde no es necesario dormir ni amar… Solo yo y el decorado de mi vida, la tramoya.
Estaba convencido con la teoría del limbo.
Estaba muerto y le habían mandado al limbo para meditar sobre su vida…
Se sintió aliviado por la idea, se reconoció muerto, eso le hizo animarse un poco y adoptó la actitud de esperar acontecimientos.
Haber que es lo que pasa.
No tengo nada que temer y por primera vez en su vida sintió que no tenía miedo a nada –pensó- nada de lo que ocurra lo voy a poder evitar estoy en manos del que ha “montado esto” pasará lo que tenga que pasar…
Y se tumbó en la arena de la pequeña playa.
A esperar
Pero no pasó nada, nada pasa cuando no existe el tiempo.
Se cansó de estar tumbado en la playa y pensó que a lo mejor su castigo sería un infinito aburrimiento, una eterna sala de espera, una no existencia consciente…
Una eterna tortura…
No obstante cada vez que se examinaba a si mismo se encontraba más fuerte y más ágil incluso había crecido, su camisa estaba a punto de estallar a causa del crecimiento de su s músculos y notó que el pelo le había crecido en lo que antes había sido una reluciente calva, se sintió muy contento por esos cambios y se instaló una vez mas en “el haber que pasa”.

Se había acostumbrado a hablar en voz alta, todo lo que pensaba lo decía en voz alta para paliar la insoportable soledad.
También por si alguien le escuchaba…
Añoraba el sueño y el hambre incluso el cagar y el mear…

Se miró los pies y observó que no tocaban la tierra, entre sus zapatos y la arena de la playa había unos pocos centímetros que los separaban, sin asustarse dio una pequeña patada hacia el suelo para reafirmarse cosa que consiguió pero el otro pie quedó ligeramente mas elevado que el otro…
¿Podía volar? –se preguntó alborozado-
Podía, le bastó un leve impulso para remontarse a medio metro del suelo.
Se impulsó un poco mas ayudándose con los brazos como si fuesen alas y rápidamente se elevó varios metros quedándose suspendido en el aire.
Decididamente se convenció de que estaba muerto y en el limbo.
Volar le permitiría ver todo desde arriba, practicó un poco y descubrió que no necesitaba mover las “alas” para desplazarse, bastaba con pensarlo con sólo querer hacerlo…Se divirtió un rato volando como Superman con el puño en alto, dudó si tenía que levantar el puño derecho o el izquierdo, si levanto el puño derecho es como Superman y si levanto el izquierdo soy el comunista volador –se dijo riendo -.
Realizó varias pruebas, de vuelo rasante, de altura de velocidad…
Podía volar como quisiera, como un pájaro o como un cohete, se sintió feliz y divertido realizó varias pasadas a gran velocidad por la ciudad y no vio nada que le llamara la atención, solo cadáveres y coches parados atravesados en las calles, ni un solo movimiento que indicara que había algo vivo.
Voy a viajar –se dijo en voz alta-
Siempre le había gustado al idea de viajar, no se lo pudo permitir nunca y los pocos viajes baratos que había hecho no le habían gustado nada, siempre con prisas y a lugares baratos, se acordó de una vez que fueron a Italia en un viaje de la asociación de vecinos él se apuntó más que nada porque le hacia ilusión ir a Venecia, se tragó todo el viaje acompañado de gente que no conocía, de viejos que cada cuarto de hora iban al lavabo de graciosos que cantaban como los niños cuando van de excursión …
Todo por ver Venecia, se leyó todo lo que encontró en la biblioteca sobre Venecia y el renacimiento, le prometió a su mujer un paseo en góndola por el canal de los suspiros…
Se imaginó un paseo en góndola con el gondolero cantando una canción triste…
Preparó dinero para la propina del gondolero…
Pero era un viaje barato y los pusieron de seis en seis en las góndolas, era patético, los acomodaron en pequeños taburetes y apiñados en la góndola les hicieron un recorrido económico-sólo tres puentes – además los gondoleros no cantaron nada, pusieron una grabación, un disco, una cinta… Sintió vergüenza de no ser capaz de llevar a su mujer a un viaje decente, ella no dijo nada, como siempre no se quejaba pero en sus ojos se podía leer la decepción, cuando llegaron al hotel no quiso hacer el amor en la cama italiana, ni siquiera dijo que le dolía la cabeza como otras veces, se encogió como un hovillo en un extremo de la coma y se durmió, el nunca la sintió mas lejos…
Él se quedó en el otro extremo y no durmió en toda la noche…
Olvidándose de todo se dispuso a dar la vuelta al mundo como si fuera Peter Pan, tomó altura y extendió los brazos como un pájaro las alas, salió de España y enfiló la costa azul hasta llegar a Italia pasando por Francia en vuelo rasante, en todas partes vio
el mismo panorama , gente muerta y todo parado…
Se detuvo un rato en Venecia y le pareció mas triste que cuando la visitó, los gondoleros muertos dentro de las góndolas con parejas abrazadas.
Remontó el vuelo y atravesó los Alpes sin sentir frío , pasó por Rusia en busca del estrecho de Bering y se adentró en Alaska en busca de Canadá , bajó un poco para ver los grandes lagos y las cataratas del Niagara …Se posó sobre el Empire Estate de Nueva York …Visitó la Casa Blanca para ver si se había muerto el presidente de los Estados Unidos, efectivamente, yacía en el suelo del salón oval junto al secretario de estado…
Fue en Argentina cuando se dio cuenta que no necesitaba orientarse solo con desearlo ya se dirigía al sitio que quería, de regreso a casa pensó en la historia de Superman…
Una nueva teoría por encima de la idea del purgatorio surgió en su cabeza, pensó que a lo mejor él no era hijo de sus padres como le ocurrió a Superman, que le habían traído de otro planeta y que al ocurrir el fin del mundo sólo él había sobrevivido a todos y que ahora todos sus poderes se estaban manifestando por alguna razón que desconocía.
Había dicho: Volver a casa y apareció en el portal de su casa, no estaba seguro de si el regreso a su casa lo había realizado volando, apareció allí con solo desearlo…
Sus poderes estaban aumentando…
Quiso saber hasta que punto.
Quiso saber lo que sabía, se preguntó a sí mismo una multiplicación de siete cifras, al instante supo el resultado y supo que estaba en lo cierto…
A medida que probaba su capacidad mental se daba cuenta que su mente se despertaba que crecía, como si su cerebro hubiera estado dormido durante milenios, sin usarlo…
Era un amanecer mental, al principio una claridad tenue, se asustó un poco de su clarividencia y se ordenó a si mismo de que no fuera tan rápido un poco más despacio-se dijo- pero se dio cuenta que lo rápido y lo despacio no tenía sentido cuando el tiempo deja de existir…
Ya no se atrevió a pensar seriamente en lo que estaba pasando, sabía que tendría la respuesta al instante.
Hizo un paréntesis y subió a su casa, a la que había sido su casa durante tanto tiempo y se acercó a la cama donde yacía su mujer muerta..
La línea entre la vida y la muerte dejó de tener sentido.
Se sentó al borde de la cama contemplando el cuerpo de su mujer y recordando los días felices que había pasado con ella, los días en que se pasaban el día riendo y haciendo el amor, los días que nacieron los niños, las excursiones baratas con un coche chatarra …
Cuando se bañaban los cuatro juntos.
Cuando inventaban cuentos para conformar a los niños.
Recordó los tiempos en que tenían ganas de vivir…
Grandes proyectos de futuro.
Vida, cualquier cosa para vivir aunque solo fueran sueños…
El sol ya se había instalado en su mente y brillaba con esplendor…
Supo que todo era una farsa una mentira construida por él.
Su mujer sus hijos y todos los demás eran él mismo, no producto de un sueño pero tampoco producto de una realidad, realidad y sueño dejaron de tener sentido cuando hubo terminado el juego…
Y volvió a ser el que era.
Despertando de un sueño que un día quiso soñar, construyendo un mundo con gentes a su imagen y semejanza… Con sólo quererlo, con sólo pensarlo…
Había existido desde siempre, sólo con su omnipotencia.
Él y la nada…
Principio de todas las cosas, a veces se preguntaba si era hijo de la nada.
Nunca pudo saberlo
La nada es la nada y en ella no hay ninguna respuesta, no tiene principio ni tiene fin ni siquiera orden ni caos…
Por eso construyó todo aquel mundo ordenado, con amor y con odio, con luz y oscuridad, puso su voluntad como se pone una semilla, lo demás va solo…
Solo las bases para que creciera a su voluntad, de una manera natural, haciendo retoques y creando historias bellas, crueles, hermosas…
Creando formas a su capricho.
Bosques, lagos, montañas…
Mares, ríos, flores, miradas y pensamientos…
Incluso dioses para explicarlo todo…
Le había quedado tan bien que quiso formar parte del juego, por eso quiso nacer como un ser insignificante, vulgar, normal…
Se llevó un poquito de su divinidad en forma de alma para no perder la memoria, para no quedarse atrapado para siempre en su propio juego, un sistema de alarma que le recordara quién era cuando el juego dejara de tener sentido.
Se estaba aburriendo y su alma se lo dijo…
Por eso todo comenzó a desaparecer poco a poco.
Miró a su alrededor y todo había desaparecido, el juego había terminado.
Se desperezó y bostezó un poco, con solo desearlo creó un universo sin gravedad para dormir un rato flotando en él…
No necesitaba dormir ni soñar pero quiso hacerlo.
Se dejó llevar por los vientos cósmicos recién creados.
No se preocupó cuánto tiempo tardaría en despertar para hacer algo, el tiempo era algo que el se había inventado en su reciente juego.
Ahora después o nunca eran una tontería.
De la nada salió una bandada de gaviotas
Estaba soñando…




F I N


Se terminó en día 2 de Marzo del 2006-03-02

1 comentario:

Anónimo dijo...

Molt bona historia sr. MERINO !!!! :)